–¿Y a cambio los romanos qué nos han dado?
– El acueducto.
–Ah, sí, sí, eso sí nos lo han dado.
–Y el alcantarillado.
–Sí, de acuerdo, reconozco que el acueducto y el alcantarillado nos los han dado los romanos.
–Y las carreteras.
–Evidentemente las carreteras, eso no hay ni que mencionarlo, hombre. Pero aparte del alcantarillado, el acueducto y las carreteras…
–La irrigación, la sanidad, la enseñanza, el vino, los baños públicos, el orden público.
–Bueno, pero aparte del alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?
Buenas noches, hoy es 12 de octubre de 2021 y este pequeño fragmento maravilloso de La vida de Brianviene como anillo al dedo a tantas historias, leyendas y patrañas que ruedan de un lado a otro en el polvorín de este siempre fervoroso país.
Descubrimiento de América
Después de siglos de ceguera entre continentes que nos mantenía ocultos, ignorantes de la existencia el uno del otro, Colón nos cuenta en su Diario de Navegación que era madrugada del 12 de octubre de 1942 cuando un joven marinero que se decía Rodrigo de Triana «halló tierra e hizo las señas que el Almirante había mandado». Y continúa:
Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha Isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito.
(12 de octubre de 1942, Cristobal Colón, Diario de a bordo).
Por fin, el continente americano había sido descubierto. Quizá muchos tengan la tentación de cerrar este artículo simplemente por haber mencionado la palabra descubrimiento y no conquista, colonización, invasión, ocupación o, por qué no, genocidio. Son ustedes muy libres de hacer lo que consideren, pero advierto desde el principio que lo que vengo aquí a relatar es una historia de amor y no de tormento, de liberación y no de esclavitud, de hermandad y no de odio. No vengo a favorecer la balcanización de Iberoamérica, vengo a retratar algunos hechos que han sido tergiversados por unos y otros. Y nos duelen a todos.
He dicho descubrimiento y lo mantengo. No obvio de ninguna manera que ahí ya había residentes, que esas tierras estaban pobladas, que precisamente lo que se dio fue una conjunción de diferentes civilizaciones. Tampoco obvio que, como toda empresa imperial de aquella época, fue causa de abusos. Eso, señores, no se obvia, pero el anacronismo sólo hace daño al conocimiento y al afán de verdad. ¿Por qué digo descubrimiento? Muy sencillo, podemos irnos a la etimología de la palabra para saber que es el término más apropiado para referirnos lo que el 12 de octubre sucedió allí. Descubrimiento proviene del prefijo ‘des’ (inversión de una acción), el verbo ‘cooperire’, “tapar enteramente” y el sufijo ‘miento’ que nos remite a un instrumento, un medio o un resultado. Así, tenemos la idea que pretendo hacer llegar con la palabra descubrimiento, pues aquel 12 de octubre fue el inicio del desvelamiento de lo que permanecía oculto, evidentemente existente, pero una existencia ajena a sí misma y al mundo, descontextualizada. Un divagar de pueblos que no pudo ser reconocido hasta que la empresa tiránica de la razón y el conocimiento lograron por fin cartografiar lo que sería como conocido como Nuevo Mundo[1].
¿Qué han hecho los españoles por nosotros?
Mucho se ha dicho cargando tintas contra modelo polisinodial que se instauró en las Américas cuyos territorios fueron anexados a la corona de Castilla por deseo expreso de la Reina Isabel I en 1503 con el beneplácito papal[2]. El Consejo de Estado creado por Carlos I en 1523 se ocupaba de los asuntos de mayor envergadura y coordinaba al resto de instituciones. Un año después, en 1524, ya se contaba con un Consejo de Indias que contaba con vastas competencias que iban desde asuntos políticos hasta legislativos, comerciales y judiciales. Evidentemente, no fueron los únicos consejos, ni mucho menos, además de estas instituciones, cabría mencionar el Consejo de Castilla, el de Aragón, el de Navarra, el de Italia, también el de Hacienda, el de la Inquisición, el de las órdenes militares y el de cruzada. Sin embargo, como vemos, el Consejo de las Indias formaba parte de los mencionados como uno más.
Me podrían rebatir los más recelosos: «aparte de instituciones, ¿qué más hizo el Imperio español por nosotros?» Podríamos sumar a lo anterior que los indios eran reconocidos como iguales a los españoles y podía moverse con libertad, algo que no puede decirse de los tiempos en los que los mexicas y en que los aztecas tenían atemorizada a la población. No obstante, sería muy injusto quedarse solamente con las instituciones y con la libertad de movimientos, por eso cabe recordar que en 1511 se promulgan las leyes de Burgos en base a las cuales posteriormente se redactarían las leyes de Indias. En estas leyes, la esclavitud queda abolida entre los indios americanos y la conquista y la evangelización, sancionadas. Se reconoce la igualdad de los súbditos españoles ya sean nacidos en la península o al otro lado del Atlántico. Los indios podían trabajar en las minas donde, lejos de ser explotados, recibían un salario. Estas labores eran controladas por el Estado, estaba prohibido que los niños y las mujeres trabajasen y todo minero contaba con una casa en propiedad.
Si aún así quieren seguir sumando hitos podemos mencionar el modelo Ovandino y posteriormente el modelo mendocino que, basándose en la urbanización romana, remodelaron la arquitectura y organizaron las ciudades propiciando calles anchas que permitían la circulación de carros y la consiguiente mejora en la higiene y la sanidad. Tampoco podemos olvidar la cantidad de caminos que permitieron comunicar pueblos antes aislados y propiciaron el comercio.
No obstante, si esto les parece insuficiente, podemos nombrar la cantidad de hospitales y sanatorios que se construyeron entre 1500 y 1550 tanto en las grandes ciudades como en las pequeñas localidades. O también las veinte universidades que se fundaron por toda América. En estas mismas universidades fueron codificadas las lenguas de los indígenas en un ejemplo de escrupuloso respeto por la cultura de los habitantes de aquellas tierras. Ahora bien, no podemos negar que la lengua española fue otra de las cosas que hicieron los españoles por los indios, una lengua que hoy es un instrumento político de primer orden y que hablan más de 550 millones de personas en el mundo.
La clave de bóveda del día de la Hispanidad
Sin embargo, me parece muy injusto, muy simplificador, muy vano hacer una lista de la compra con aquellas cosas que pudieron hacerse en América una vez los españoles, portugueses o italianos pusieron un pie allí. No es eso de lo que he venido hoy a hablarles. Les confesaré cuál es la palabra que para mí resume el motivo de celebración de este día 12 de octubre y que quizá compartan. En mi opinión, aquello que acaba con el paño de sombra y humo de los agoreros que siguen insistiendo en lo sombrío del pueblo español, que ven penuria y salvajismo donde sólo hay motivo de regocijo y celebración es el mestizaje.
Ahí cae todo argumento, ahí se acaba la discusión, no hay más. ¡Hubo mestizaje! Faltar a la verdad sería negar que hubo asesinatos y muertos, desvalijamientos y maltrato. ¡No seamos ingenuos!, ¡no seamos hipócritas! Y es que no sólo cabe constatar que el anacronismo hoy está de moda, sino que, además, flaco favor nos hacemos si queremos dibujar una estampa de nosotros mismos como caballeros educados cuando ponemos un pie en Afganistán, otro Vietnam y otro en Siria.
Pero volamos a la palabra mestizaje, una expresión tan bella, resumen de este 12 de octubre, de este 12 de octubre de festejo y conmemoración. Quizá sean ustedes de los que piensen que, a pesar de todo, no hay nada que celebrar. Lo respeto. No pido que alcen sus copas en nombre de lo que no sienten, pero sí que no se dejen engañar y embaucar por relatos ajenos a los hechos históricos, nada más que palabrería hueca alimentada por años y años de propaganda extranjera que incrédulamente ha sido deglutida por españoles avergonzados de lo que no debiera dar vergüenza. La historia de América y España (e Iberia) es una historia de amor frustrada y es hora de decirlo en voz alta, a voz en grito si cabe. Se acabó el tiempo de ocultar y confundir. No convirtamos una leyenda negra en una rosa o de oro, pero librémonos de las cadenas que nos impiden ver con objetividad los hechos y leer con justeza las fuentes.
Me parece que es un buen momento para conmemorar sin titubeos una gesta compartida de camaradería cultivada y trabajo compartido. ¡Hay tanto por hacer en un mundo cada vez más caótico y severo que ir por separado es nuestra perdición! 12 de octubre todo que celebrar. 12 de octubre de pasión y amor que sale por los poros. 12 de octubre de culturas mezcladas, sangre impura e imperfecta. Nos han robado una hermosa historia y nos cuentan otra que no nos pertenece. ¡Cuan tristes son los cuentacuentos, como tristes los niños que duermen amenazados por los monstruos imaginarios!
Si me permiten, termino este escrito con las palabras de un americano, esta vez del norte. Unas palabras que para mí condensan todo lo que quería decir en este artículo y disculpen si les he ofendido, no era mi intención:
Plantaré la camaradería tan apretada como los árboles a lo largo de los ríos de Norteamérica, y de las riberas de sus grandes lagos, y en todas sus praderas, haré ciudades inseparables que se echarán los brazos mutuamente alrededor del cuello, gracias al amor de los camaradas.
Walt Whitman.
La pregunta, entonces, no es qué han hecho los españoles por nosotros o qué los indios. La cuestión es muy simple: ¿qué podemos hacer nosotros por Iberoamérica? Plantemos camaradería. Feliz 12 de octubre.
[1] Insisto en que aquél fue el inicio de una hazaña que se fue labrando con el tiempo, cabe tener en cuenta que fue muy posterior a la llegada de Colón que comenzaron a llevarse a cabo los trabajos de cartografía, siendo el primero en hablar de nuevo mundo (mundus novus), es decir, de un nuevo continente, Américo Vespucio en 1503.
[2] Una reina en cuyo testamento dejó por escrito: «También mando que en cuanto que el Papa nos concedió las Islas y Tierra Firme del Mar Océano descubiertas y por descubrir [América y las islas cercanas], y como fue mi intención procurar, inducir y atraer a los pueblos que las pueblan a la fe católica, y enviar a las Islas y Tierra Firme prelados y religiosos y clérigos y otras personas doctas… para instruir a los moradores de aquellas tierras en la fe católica, y enseñarles buenas costumbres. A demás suplico al rey mi señor muy afectuosamente, y encargo y mando a la princesa, mi hija, y al príncipe, su marido, que así lo hagan y cumplan, y que esto sea su principal fin y en ello ponga mucha diligencia, y que no consientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de las Indias y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, antes al contrario que sean bien y justamente tratados, y si han recibido algún agravio que lo remedien y provean para que no se sobrepase en cosa alguna lo que en las cartas apostólicas de dicha concesión se mandaba y establecía».