Nos hallamos en una encrucijada decisiva de nuestra historia. La cuestión de la inmigración, que ha suscitado debates fervientes y desatado temores profundos, requiere nuestra atención con la firmeza y la lucidez que merecemos como nación.
Es intolerable a estas alturas la manipulación política que busca utilizar este fenómeno como una herramienta para dividirnos. Las falacias y engaños que circulan, insinuando que 14,000 menores no acompañados podrían desestabilizar nuestra nación, son pura falsedad[1]. Si fuera cierto que 14,000 niños pueden acabar con España, quizá España deba perecer. No, seamos serios, señores. La amenaza real no está ahí, sino en la ausencia de una política exterior coherente y efectiva que aborde las causas fundamentales de la migración. En este aspecto, el Gobierno debe ser claro y contundente.
Después de escuchar tertulias y asistir a debates de lo más encarnizados, creo perentorio complementar a Arendt con Fallaci. La primera nos alertó sobre los peligros de la banalidad del mal. No debemos permitir que el miedo y la indiferencia sean nuestros guías; debemos actuar con responsabilidad y reconocimiento de las necesidades de quienes buscan refugio. Pero, no olvidemos a Fallaci, la integración es un desafío mayúsculo. Es imperativo que los inmigrantes respeten nuestras leyes y valores constitucionales para asegurar una convivencia armoniosa.
Otra opción es ignorar el problema, pero me temo que esta estrategia (o ausencia de ella) ni ha servido ni servirá. ¿Hasta cuándo vamos a seguir ignorando el crecimiento imparable de la extrema derecha en Europa que alimenta el miedo hacia los extranjeros? El «cordón sanitario» funcionó en Francia… otra vez. Cierto, pero desde que se aplicó por primera vez en 2002, la extrema derecha no ha dejado de crecer. ¡Fantástico! Ignorar los problemas reales es claramente la estrategia ganadora, ¿no? Esta reciente victoria de Rassemblement National en primera vuelta, con un 34% de los votos, demuestra que el discurso del miedo y la exclusión sigue ganando terreno. Pero claro, ¿quién necesita abordar los problemas de fondo cuando podemos seguir celebrando victorias parciales?
Y en España no andamos mejor. La ruptura de Vox con el PP y el auge de las derechas radicales reflejan un clima de polarización que debemos enfrentar con claridad y firmeza. No podemos permitir que el miedo y la manipulación definan nuestro futuro. La desinformación, como la que sugiere una supuesta invasión de menores inmigrantes desestabilizando nuestra nación, debe ser confrontada con hechos y una visión clara de justicia. ¿Hasta cuándo permitiremos que nos engañen con mentiras?
Ahora bien, y esto es importante: el problema no se circunscribe a nuestras fronteras. Debemos exigir en Bruselas nuestros derechos y responsabilidades porque la frontera española es la frontera europea. La Unión Europea debe actuar con solidaridad y justicia, compartiendo equitativamente los recursos y las responsabilidades.
Exijamos, pues, a nuestros líderes visión y liderazgo. Necesitamos dirigentes que comprendan la complejidad del fenómeno migratorio y actúen con justicia y determinación. La inmigración es un desafío que requiere soluciones reales y duraderas, no retórica vacía ni tácticas de miedo. ¿Tendremos el coraje de luchar por una política justa, solidaria y responsable con los nacidos aquí y los venidos de fuera? La respuesta debe ser un rotundo sí.
Y lo digo sin tapujos: los que se han unido a los “patriotas” en el Parlamento europeo, aquellos que propagan odio y división, desconocen el verdadero significado de la patria y la solidaridad porque la verdadera fortaleza de una nación se demuestra en su capacidad para mantener los principios y el orden incluso frente a los desafíos más difíciles. Y precisamente al aceptar éste con determinación y rigor, España se reafirma como una patria sólida, justa y digna.
[1] En España, a marzo de 2024, se registraron 13,654 menores extranjeros no acompañados, siendo Canarias la comunidad autónoma con la mayor concentración, albergando al 41.6% de estos menores, lo que equivale a unos 5,500 niños. Para aliviar esta situación, el gobierno español ha acordado un plan de distribución de 2,500 menores desde Canarias, Ceuta y Melilla hacia otras comunidades autónomas. Esta medida busca evitar la saturación de los centros de acogida en las regiones más afectadas. La distribución se basará en criterios como la población, la renta y el esfuerzo previo en la atención a menores migrantes.