Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Castilla no es chulísima, pero es hermosa. Hablemos de lo que es difícil de explicar, pero fácil de entender.

Castilla-y-Leon

Esta semana, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se lamentaba en una entrevista de no poder o saber comunicar correctamente las “cosas chulísimas”[1] que se están llevando a cabo en este Gobierno. Sinceramente, teniendo en cuenta que seguimos siendo avanzadilla en Europa en paro, que la “contra”-reforma laboral ha sido recibida con aplausos por parte de liberales tan sonados como Juan Ramón Rayo, Daniel Lacalle e incluso los ministros que acompañaron a Mariano Rajoy, que 2021 ha sido el año en que los trabajadores han sufrido la mayor pérdida de poder adquisitivo de los últimos 20 años[2] y que la subida de las cotizaciones a la Seguridad Social ha afectado notablemente a los trabajadores autónomos mileuristas[3], permítanme que ponga en cuestión que el Gobierno y, concretamente, el Ministerio de Trabajo, hace cosas chulísimas, cuanto menos para los trabajadores.

Ahora bien, en algo podemos estar de acuerdo con la ministra, las carencias comunicativas de la clase política española son más que evidentes y esta semana el desfile de despropósitos y la colección de desvaríos merecen cuanto menos un comentario.

El burro

Creo que todos somos conscientes de la diferencia que separa una carne de vaca rubia gallega dry aged con una maduración de más de 90 días y una buena infiltración, por no hablar de la carne de Kobe o de Wagyu de la que pueden deleitarse los más refinados paladares en los restaurantes más sibaritas, de unos escalopines comprados en el bandejero del supermercado más cercano y más aún si cuentan con una rebaja de precio porque se acerca su fecha de consumo preferente. La calidad no se nota sólo en el sabor, también en sus propiedades nutricionales, si bien ambos productos son perfectamente seguros y proporcionan una cantidad de proteínas con aminograma completo que nos sirven para cosas tan poco desdeñables como respirar, andar, trabajar y, en definitiva, vivir.

También somos todos conocedores de los problemas derivados de las grandes industrias, ya sean cárnicas o de otra índole, en lo que a impacto medioambiental respecta. Obviamente, las externalidades negativas de una pequeña granja de algún pueblo del interior son con creces menores a las que pueda tener una gran empresa cárnica a las afueras de las grandes ciudades. Todo ello es tan obvio como obvio me resulta que un ministro de consumo no debe bajo ningún concepto hablar mal de su país ante medios extranjeros.

No discutiré las obviedades que Garzón puso sobre la mesa, me limitaré a cuestionar la perentoriedad de tal audaz arrebato cuando, además, podría perfectamente haber solventado la cuestión planteada por The Guardian sin proferir ninguna palabra no digo negativa, siquiera interrogativa, acerca de la industria cárnica española, intensiva, extensiva o de cualquier índole. Como todos sabemos, la política no va de verdad, sino de oportunidad. El ministro Garzón, en tanto que ministro, no diré activista, ciudadano, en tanto que ministro, cometió un error garrafal.

Muchos advierten que ni siquiera fue un error y que fue perfectamente intencionado. No me voy a debatir en tales cuestiones. Sea o no intencionado, una entrevista concedida a un medio tan importante como The Guardian está cuidadosamente preparada, toda temática estudiada y los mensajes que se quieren colocar distribuidos estratégicamente. Y, si no es el caso, la astucia del político debe ser lo suficientemente refinada como para saber escabullir los temas peliagudos y poner por encima de todo el interés nacional. Otro rol corresponde a activistas, a ciudadanos anónimos, pero no a un ministro.

Esto no quiere decir, ni mucho menos, que el deber de un ministro no sea el de resolver los problemas que detecte en su ramo y, en caso de que escape a sus competencias, ponerlo en conocimiento de aquellos a quienes compete. Si de verdad considera que hay un problema con la producción de carne en macrogranjas su deber es legislar en consecuencia y coordinadamente con el Ministerio de Agricultura de cara al interior y, de cara al exterior, seguir defendiendo la calidad indubitable de la carne española porque, como él mismo reconoce, no sólo somos uno de los principales países exportadores de carne, sino que está es excelente.

Este error colosal de comunicación sólo es equiparable al que seguirá cuando desde medios y agrupaciones cercanas a la derecha se ponga el foco en las declaraciones de Garzón y éste insista en reiterar sus palabras y su línea discursiva. Vuelvo a recordar que aquí no estamos hablando de la cuestión de las macrogranjas, ni cómo debiera ser la producción de carne en España, ni siquiera hablamos de los precios más o menos prohibitivos de una opción u otra, nos ceñimos al deber de un ministro y a la comunicación política. Y en este asunto, reiterar en el error es agravar un problema. Y es que ni siquiera ha sido la primera vez, de ahí seguramente que el ministro no haya querido desdecirse de sus palabras. No hace muchos meses el presidente del Gobierno lo desautorizó públicamente y quizá estemos ante una muestra de fuerza.

A esto cabe añadir el interés de una izquierda que se ha lanzado a la caza (valga la expresión) del voto ecologista, un voto que hasta hace poco se echaba a los brazos de Íñigo Errejón, pero al que parece que le han salido competidores. De esta manera, Garzón no solamente pone en un aprieto al PSOE y desafía a un Pedro Sánchez que dice lamentar profundamente el debate que se ha levantado[4], sino que también aprovecha la jugada para apelar a un elector que busca alguna formación que lo lidere.

El borrego

Los desastres comunicativos del ala izquierda sólo son comparables a los que la derecha ha exhibido estas últimas semanas. Muy preocupado por las elecciones que se celebrarán el 13 de febrero en Castilla y León, pues Pablo Casado se juega su liderazgo interno tras la victoria sin precedentes de Ayuso en Madrid, no ha dudado en calzarse sus botas de senderismo (quizá las mismas que lo acompañaron en la ruta Jacobea), deshacerse de la corbata y mostrarse ante las cámaras como el niño de campo que nunca fue. Ahí tenemos a Pablo Casado, defensor a ultranza de la ganadería española, que no hace miramientos ni debate sobre el procedimiento de la industria, el origen de la carne, el impacto medioambiental ni otras cuestiones que merecen argumentación y sosiego, pues prefiere vapulear al ministro Garzón quizá sin ser muy consciente de que, por sus contradicciones y una gestión comunicativa nefasta, el vapuleado puede acabar siendo él.

Si atendemos a muchas de las resoluciones del Partido Popular en sus diferentes gobiernos, así como si indagamos en las líneas de su ideario político, veremos que su posicionamiento se alinea perfectamente con las palabras de Alberto Garzón, por tanto, la posición de Casado es cuanto menos cuestionable, si no irrisoria[5]. Pablo Casado nunca fue un político ágil o astuto, y esto se ve claramente en el caso que nos ocupa, en vez de atacar la torpeza de Garzón aludiendo a su falta de sensatez a la hora de promocionar la industria de nuestro país en el extranjero ha decidido meterse él mismo en un fango al que no estaba convidado, desaprovechar esta oportunidad y empantanarse cubriéndose hasta los sobacos. Ahí lo tienen ustedes, vestido de granjero defendiendo lo indefendible, lo que ni siquiera su partido defiende, con una sonrisa incansable a la que cada vez le falta más brillo[6].

Desde luego, no ha pasado desapercibido el nada elaborado eslogan “Más ganadería y menos comunismo” que carece de sentido más allá de una imitación burda del ya muy cuestionable eslogan “Comunismo o libertad” que bien sirvió a Isabel Díaz Ayuso para las autonómicas madrileñas. El liderazgo de Casado, si es que éste existe, no se juega en Castilla y León, su liderazgo, muy a su pesar, se evaporó hace tiempo. Lo que sí es verdad es que, si esto queda evidenciado en las elecciones leonesas, no habrá cabrito o lechón que le pueda echar una mano o pezuña a este nuevo amante de la naturaleza.

El flamenco

Otro actor importante para tener en cuenta en este debate sobre muslos, contramuslos, huevos y leche fresca es el Partido Socialista quizá, después de todo, el que mejor ha sabido entrever la cuestión sin por ello dejar de recibir algún que otro golpe directo por parte de los opinólogos de la izquierda. Con todo, el Partido Socialista no tardó en salir a la palestra[7]  para matizar (e incluso contradecir) al ministro Garzón, aludiendo a la acreditada seguridad de todas y cada una de las empresas dedicadas a la carne en nuestro país, admitiendo que su apuesta es por la ganadería extensiva y que las medidas que toma el Gobierno van en esa dirección. Su propósito a todas luces pasaba por un juego de equilibrios nada confortable por el que debía solventar una crisis de comunicación gubernamental, asegurarse su nicho de votantes en Castilla y León y no poner en entredicho su apuesta por la transición ecológica y la ganadería sostenible. Para ello debía situar el asunto donde efectivamente se encuentra: un tema comunicativo y de imagen exterior.

Los campos de Castilla

Como ven, nuestros políticos se dedican a hacer cosas chulísimas. Ciertamente me parece comprensible que les parezca difícil comunicar que se suman a la caza de la fotografía junto al pollo o la vaca más suculentos, que se arman de valor (y antimosquitos) para recorrer las llanuras angostas de Castilla y León fingiendo estar con un sector tan castigado como el ganadero en tiempo de elecciones. Difícil ha de resultar tratar de convencernos (quizá convencerse) por medio de relatos e historias que, pese a todo, su prioridad es la ciudadanía y que sirven al bien común.

Es difícil comunicarlo cuando el común de los mortales sólo ve una y otra vez que los partidos y sus “líderes” siguen enmarañados en sus cuitas internas: un Garzón que desafía a Pedro Sánchez y quiere adelantar a Más Madrid, el mismo Garzón que algunos consideran con un pie fuera del gabinete no por mala gestión, no se vayan ustedes a creer, sino porque estas metidas de pata parecen estar siendo aprovechadas por las ministras Ione Belarra e Irene Montero que pretenden ganar cotas de poder en la coalición de Unidas Podemos con Izquierda Unida. Y no busquen más luces en un PSOE que tiene que seguir mostrándose firme para no dar demasiadas alas a una Yolanda Díaz que, al desplegarlas, pudiera hacerle sombra. Y, si aún tienen estómago, seguimos con el Partido Popular que se lía la manta a la cabeza y parte hacia Castilla y León persiguiendo el voto de Ciudadanos, un partido que tiene respiración asistida, al mismo tiempo que trata de arrebatarle a VOX el mundo rural en el que el partido de Abascal ha logrado hacer sus pinitos no sin memos demagogia o histrionismo extenuante.

Todo esto es difícil de explicar, pero fácil de entender. Lo que tal vez no entiendan nuestros políticos es que las tierras de Castilla son tierras de comuneros, son lugares toscos y duros, sus inviernos fríos y sus veranos angostos. Lo que no saben quizás nuestros políticos es que las fotografías con cabritos y las chanzas sobre vacas parideras colisionan con el carácter seco y árido de una Castilla de recuerdo, una Castilla que trabaja, un campo que es pisado y labrado, amado y sufrido jornada tras jornada, estación tras estación por aquellos que sufren en sus carnes el prescindir del tiempo de los relojes para guiarse del viento, la plomice y la escarcha. El campo llora sus amarguras mientras otros se dedican a hacer cosas chulísimas.

Y cuidado a aquéllos que osen retorcer las vides y arrancar el trigo vaporoso, que la Castilla que vio cabalgar al Cid y salvó la vida a Antonio Machado, no paga a traidores.


[1] “’Creo que este Gobierno hace cosas chulísimas y no somos capaces de comunicarlas’, ha afirmado la también ministra de trabajo en el programa Buenismo Bien” (https://www.huffingtonpost.es/entry/yolanda-diaz-pronuncia-dos-simples-palabras-en-la-cadena-ser-y-hace-estallar-twitter_es_61dea08ee4b0ee023e67b06f).

[2] https://www.elmundo.es/economia/macroeconomia/2022/01/15/61e1414efc6c83ec4f8b45c5.html?cid=BESOCYEM01&utm_source=twitter&utm_medium=social_besocy&utm_campaign=BESOCYEM01

[3] Los más perjudicados son los trabajadores de clase media y media-baja, por lo que no parece que podamos hablar de una recaudación justa y progresiva (https://www.elmundo.es/economia/macroeconomia/2022/01/13/61e0875afdddff152a8b45b7.html).

[4] https://www.rtve.es/noticias/20220110/sanchez-carne-garzon/2251782.shtml

[5] https://elpais.com/espana/2022-01-14/el-partido-popular-ha-apoyado-iniciativas-contra-las-macrogranjas-en-casi-40-municipios.html; https://www.eldiario.es/castilla-y-leon/pp-castilla-leon-aprueba-apostar-ganaderia-extensiva-modelo-ejemplar-sostenible-linea-garzon_1_8658781.html.

[6] https://www.huffingtonpost.es/entry/casado-macrogranja_es_61e160bce4b0c6802ee52dec.

[7] Quizá debiéramos matizar que el ministro Planas, uno de los ministros mejor valorados, se mantuvo en la retaguardia, no siendo hasta el segundo o tercer día que concedió alguna que otra entrevista e hizo declaraciones desautorizando el discurso de Garzón ya no en el fondo, sino sobre todo en la forma y el tono.

Twitter
LinkedIn
Facebook
Telegram
WhatsApp
Email

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Le puede interesar

Análisis político

8 de marzo. Abramos los ojos

“Putas”, “rameras”, “mujeres de la noche”, “meretrices”, “chicas de ropa ligera”…, tantas nomenclaturas para una única y terrible realidad: mujeres prostituidas. Mujeres a las que

Leer más »
Scroll al inicio
INCORRECCIÓN POLÍTICA

Únase al proyecto