Lo siento. Después de las noticias que escucho por la radio, la televisión, que leo en las redes sociales, los periódicos…, todos hablan. Lo siento mucho. Me disculpo ante todas aquellas mujeres que antes confiaron y ahora no pueden, o las que confían bajo un manto de lágrimas e inseguridad. Lo siento mucho porque lo que prometieron que no ocurriría está ocurriendo de facto. Lo siento mucho porque esto no tendría que ser así y está sucediendo.
No ignoro que la llamada ley del “sólo sí es sí” trae consigo incorporaciones más que necesarias para ajustar nuestro Código Penal a los nuevos tiempos y proteger aún más a las mujeres victimas de abusos. Trataré de no caer en el chascarrillo fácil de aquellos contertulios dados a la chanza que entre risotadas hablan de firmar un contrato antes de iniciar una relación sexual o de una supuesta persecución de las mujeres a los hombres. Los pormenores de la legislación son más complejos, las vidas extenuadas que atiende son más significativas. Si bien el debate es más que bienvenido, y en eso nos dijeron que consistía la democracia, me parece impúdico dar pie a comicidades cuando de muertes y violencia se trata.
No obstante, ha ocurrido lo que nadie quería que ocurriese, y lo peor de todo es que era algo que se veía venir, que se advirtió y a lo que se le hizo oídos sordos. Advertencias sobre las que se vertieron, ya no chascarrillos, sino improperios y calificativos de ‘machista’, ‘retrogrado’ y ‘facha’. Y aquí es cuando me veo en la obligación, aún sin tener nada que ver con este ministerio y ser sumamente crítica con muchas de sus decisiones y posicionamientos, de entonar el mea culpa.
En las televisiones escucho a los que parece ser que forman parte de la progresía quitar hierro al asunto afirmando a diestro y siniestro que se trata de un debate jurídico y que en eso debiera quedarse. Sobra hipocresía en esos debates televisados pues esos mismos personajes han cargado de ideología cada uno de sus argumentos sobre todos los temas habidos y por haber, y me pregunto si no era inevitable pues cuídense de aquel que se presenta sin tacha y/o ideología. Me parece asombroso que los jefes de los diarios más alineados con las ideas socialistas y defensores de toda causa justa hoy no se pregunten por aquellas mujeres que han de asistir atónitas a la rebaja de las penas de sus victimarios. No entiendo cómo no ha habido ni una sola palabra, ni una sola referencia a aquellas mujeres valientes que temblorosas pulsaron en su día el 016 y hoy esperan no sin dolor la llamada de sus abogados para saber en qué situación quedarán sus agresores. Paradójicamente, las derivas de cierta parte de la cuarta ola feminista han dejado a la víctimas desoladas, pues de olas y oleajes va la cosa.
Y es que ahora más si cabe es momento de afirmar contundentemente que las palabras se las lleva el viento y que el Código Penal no cabe en 280 caracteres. En esto la gran mayoría somos en parte responsables. La gobernanza a golpe de tuit, la degradación institucional a la que asistimos y de la que en parte participamos trae consigo consecuencias del todo indeseables y dentro de las “consecuencias” hay vidas, singularidades de las que no podemos hacernos una idea, vulnerabilidades que jamás serán reveladas. Porque una persona puede escribir y escribir y escribir, puede provocar a través de las redes sociales agitar, movilizar, crispar. Porque en la red las palabras se las lleva el viento, palabras, palabras, palabras. Inmediatez de letras que se suceden sin sentido, poca responsabilidad detrás de miles y miles de publicaciones a lo largo de los días.
Pero me temo que los textos constitucionales y legislativos son de otro cariz, aquí las palabras pesan y ninguna ventisca por ruda que sea se las puede llevar. Aquí cada punto, cada coma, cada tilde y preposición tienen efectos reales, sus equilibrios son complejos, su técnica, la propia de un orfebre. Cuando una ministra, secretaria de Estado u otro cargo institucional de relevancia se refiere al Poder Judicial como un club de fachas con toga está desincentivando las denuncias por maltrato de género, ¿se han preguntado qué significa eso? Según los datos de Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en lo que va de año, de las 37 mujeres muertas por violencia de género, 23 no había interpuesto denuncia, ¿son conscientes nuestros representantes del peso de sus palabras y que pueden suponer la diferencia entre descolgar o no un teléfono, entre salvar o no una vida (y la de sus seres queridos)? No, no lo son. Cuando un texto jurídico sale aprobado con evidentes fallas técnicas los perjuicios son de tal calibre que pueden literalmente quebrar una vida sino acabar con ella.
El debate será jurídico, será político, será periodístico, pero, ante todo, es vital. Y lo siento, lo siento, todos somos jueces y partes de este mundo hiper-mediatizado y nos desvivimos por cada click, cada declaración a horas intempestivas en una red social, por cada mensaje emitido a la hora apropiada para que encuadre en el telediario de mediodía. Lo siento mucho a todas las personas que sufren o han sufrido este tormento. Lo siento. Hoy es 25 de noviembre y es importante tener en cuenta que hay tres números que salvan vidas: 016. No hagan caso a las palabras escupidas desde atrios y canales del todo variopintos, olvídense de las palabras que hoy cotizan a la baja, quédense con los números: 016, 016, 016. Encontrarán ayuda, amparo y, lo más importante, un futuro.
Cuídense mucho, en el parte meteorológico se anuncian ventiscas y parece que este viento polarizante viene cargado de palabras.