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Desabastecimiento de gas y solidaridad. En tiempos líquidos y gaseosos urge la solidez

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El sólido enraizamiento del lenguaje

A veces conviene dar una vuelta a la etimología, al provenir de las palabras que nos indican su porvenir, dar vueltas a la raíz etimológica de los vocablos que empleamos para saber qué queremos decir, a qué aludimos, y darnos cuenta de que éstos tienen más sentido de lo que en un principio pudiéramos siquiera sospechar.

Soy de las que piensan que las palabras tienen vida propia, que encarnan un acervo de conocimiento y sabiduría capaces de alumbrar los recovecos más oscuros e inaccesibles de la actualidad. Creo que el lenguaje es una herramienta, pero ¡qué bella herramienta es el lenguaje! ¡Qué cruel artefacto!

Reflexionando sobre estos derroteros, hay una palabra que últimamente anda en boca de todos, se pronuncia en muy diferentes idiomas y con distintos acentos, pero siempre se alude a lo mismo, me refiero a la palabra ‘solidaridad’.

Solidaridad viene del adjetivo latino solidus, solida, solidum (sólido, macizo, consistente, completo, entero) y del verbo solido, solidas, solidare, solidaui, solidatum (consolidar, dar solidez, asegurar, endurecer, soldar). Como vemos, la referencia a lo firme y a lo estable está a la base de la solidaridad, pues ésta requiere un buen basamento, después de todo. De esta forma, siguiendo el camino marcado por la etimología, podemos decir que ser solidario es algo que no puede quedar al albur de los acontecimientos y que dependa de lo que pueda ocurrir o no. La solidaridad nace de la firmeza, de lo incorruptible.

 

Unión de intereses gaseosos

En política exterior se ha hecho célebre la frase del que fuera primer ministro inglés Lord Palmerston a mediados del siglo XIX: “Inglaterra no tiene aliados, tiene intereses”. Si nos tomamos al pie de la letra esta máxima que parece que marca el rumbo de la estrategia de los ministerios de política exterior, veremos qué poco espacio queda para la solidaridad cuando los intereses priman sobre los aliados. Los intereses cambian con la coyuntura, los intereses van detrás de lo que ocurra, los intereses son irresponsables para con terceros.

Pongamos un ejemplo, hace cuatro años Francia vetó la construcción del gaseoducto Midcat que uniría a España con su territorio y permitiría el transporte de gas desde Argelia[1]. Los motivos declarados por el presidente Manuel Macron podemos decir que fueron claros, más quizá no del todo sinceros, aludió a que no era fundamental en ese momento, ni había demanda ni riesgo en el suministro. La construcción de tal importante infraestructura, ya en marcha, tuvo que ser paralizada. Tal y como expuso ante la población, el suministro de gas estaba asegurado, cabe tener en cuenta que esto ocurrió en 2018.

En pocas palabras, a Francia no le interesaba o, mejor dicho, al lobby nuclear francés no le interesaba. Lo puedo comprender, Macron puso sus intereses particulares y nacionales por delante de los intereses de la ciudadanía que integra la Unión Europea, pues todos sabemos que ese suministro de gas era más que necesario para reducir la dependencia energética respecto a países foráneos como Rusia que ahora se perfila como un enemigo estratégico.

No obstante, parece que los acontecimientos se han sucedido de una manera acelerada y ahora no sólo es importante, sino vital para la economía de la Unión asegurar el suministro de gas por cualquiera de los medios posibles. De nuevo se pone sobre la mesa la construcción de dicho gaseoducto. ¡Aquí está, los intereses cambiaron según el contexto! Antes, la posibilidad de un corte del suministro de gas no era nada más que eso, una posibilidad remota, ahora esa posibilidad va tomando la forma de una realidad que se nos viene encima. Ahora, la inflación se acelera por los precios de la energía, ahora Macron entiende que es un interés personal y nacional asegurar vías que le provean de ese material tan codiciado. Ahora, los intereses obligan al viraje y la contradicción.

Seguramente, tal vez me equivoque, en los cálculos de Francia en aquel momento no entraron los intereses de sus “aliados”, ni tan siquiera la solidaridad. Suele ocurrir: presiones, llamadas, y necesidad de no ponerse en contra a la opinión pública. No hay necesidad, ¿para qué meterse en ese tipo de charcos? Comprensible. Solidario para con los suyos, solidaridad allá donde llegue la frontera gala[2].

 

Se ha tachado a los países del sur, que cuentan con una situación geográfica excepcional y no dependen demasiado del suministro ruso, de insolidarios por su rotundo ‘no’ al plan que ha presentado la Comisión Europea de ahorro energético de cara a un invierno en el que posiblemente los europeos hayamos de subsistir sin el gas proveniente de Rusia[3].

Ciertamente, los gobiernos del sur han dicho no al unísono ante una serie de medidas que les parecen desproporcionadas dada su situación ventajosa y poco inteligentes de cara a aprovechar esta excepcionalidad sureña. No me detendré analizar las medidas propuestas por Bruselas, pues ni soy una entendida en políticas energéticas, ni soy capaz de calcular la magnitud del problema que tenemos ante nosotros. Ahora bien, como todo el mundo sabe, sé que uno de los países que más va a sufrir con este cierre del grifo gasístico es Alemania, también sé que, en una economía de mercado, más aun perteneciendo ambos a la eurozona, nadie sale indemne cuando algo así ocurre.

Con todo, creo que hemos de estar a la altura de las circunstancias y poner en marcha un plan de acción a la medida no de unos ni de otros, sino de todos los países miembros. Sacar a la palestra aquello que tanto se nombra y tan pocas veces hace acto de aparición: la solidaridad. Pudiéramos preguntarnos si realmente merece la pena pertenecer a una Unión de países que hasta ahora parece que han ido de por libre en el juego de gigantes que es la política exterior. En mi opinión, ahora mismo una salida de la UE es un escenario imposible para España[4] y, si estamos dentro, hemos de estar a la altura de las circunstancias y demostrar cuán hospitalarias y solidarias son las culturas latinas.

No se puede repetir la desfachatez que se vivió en 2008 cuando se referían a nosotros como los PIGS (resulta un tanto jocoso que ahora este término haya quedado proscrito, casualmente cuando se ha visto que estos ‘cerdos’ saben encontrar trufas). Pero no caeremos en la indecencia de salir con el dedo acusador, tampoco de mandar hombres de negro a Alemania, a Francia o a los Países Bajos para asegurarnos que emplean bien cada gota de gas que le podamos proveer. Esto no es óbice para poner pie en pared y preguntar alta y claramente en Bruselas a qué intereses responden sus señorías. Triste es comprobar que el principio de solidaridad, que, como su nombre indica, debiera estar al comienzo, se pone en marcha sólo cuando se ve el final.

Hablemos pues de solidez y firmeza, del basamento que une (o debería unir) a los miembros, debatamos, por ejemplo, acerca de una unificación fiscal que impida que haya países de primera y de segunda. Quizá haya que empezar a dejar de hablar de halcones y palomas y comenzar a plantearse si existe algo así como Europa y, en caso de que la respuesta haya de ser negativa, si queremos que exista algo así como Europa y qué significa tal nombre. Las tornas se invierten, la sentencia orteguiana “España es el problema, Europa la solución” es ahora más falsa que lo fue en su momento, hoy precisamente que España se barrunta como la solución de Europa. Y el nuevo plan aprobado por la Unión parece que así lo confirma.

 

Los reyes de la liquidez

Pero no sólo cabe hablar de puertas para afuera, no hace falta irse muy lejos para ver cuán faltos de solidaridad andamos en este momento tan delicado. Toca el turno de los reyes de la liquidez, aquéllos que mucho saben de números y poco o nada de la solidez de un sistema monetario que dejó muy lejos el patrón oro. Hemos visto a representantes de los bancos más importantes de esta nación preguntándose de dónde viene la mala imagen de sus entidades, los hemos escuchado recriminándole al Gobierno la adopción de medidas que van en la dirección de gravarlos por los beneficios obtenidos en buena parte gracias a la inflación y subida de tipos de interés y anunciar públicamente que harán lo posible para no contribuir un poco más por los que tienen menos[5].

‘No hace falta que se vaya muy lejos’, le diría a la directiva que se pronunció en estos términos ante las cámaras, ‘basta con las estampas de las familias que dejaron en la calle durante la crisis financiera con una mano delante y la otra detrás para darse cuenta de dónde viene su mala imagen. Basta con que pregunte a cualquier anciano sobre cuan fácil le ponen las cosas con cierres de oficinas. Basta con que se acerque a la casa de las familias de los asistentes que trabajaban en esas mismas oficinas que han bajado la persiana y que hacen frente a una situación complicada sabiendo que ya no les van a renovar. Quizá con los retratos de inmundicia que pueda recoger en ese trayecto pueda componer un collage que le explique la imagen que la mayoría de los españoles tenemos de las entidades bancarias’.

Es curioso que hoy se paseen como plañideras justo la semana en la que se anuncia cuán boyantes han sido las ganancias de sus señorías[6]. La falta de solidez y firmeza ha permitido a estas entidades fluir caudalosamente y fundirse unas con otras formando lo que viene a ser un oligopolio de facto y éste, señores, creo que es su mayor beneficio, por el que sí debieran ser gravados. No me retrotraeré al rescate de los bancos, tampoco apelaré al buen corazón de un sector que no tiene porque conmoverse por una crisis que nos afectó y afecta a todos. Simplemente constato cuán poco les hace falta una campaña publicitaria en la que asuman los impuestos con voluntariedad para ganarse el favor de sus clientes y mejorar su reconocimiento social. No les hace falta porque ni hay principios ni hay competencia.

Sin apenas elección, los ciudadanos tratan de lidiar con aquélla última entidad que haya decidido no subir tanto las comisiones o que, al menos, tenga un servicio al cliente con cierta disponibilidad. En estas condiciones no tienen ningún incentivo para ser solidarios, ninguna razón económica que respalde tal gesto, en su hoja de cálculos y beneficios no encontrarán el patriotismo, la camaradería o la fraternidad. No computan. De ahí la sinvergonzonería de tener que dar por hecho que las entidades bancarias repercutirán sobre sus clientes los costes del impuesto, de tener al Gobierno buscando el encaje legal que permita reforzar la vigilancia para que eso no ocurra. Sinceramente, he de confesarles que me parece asombroso el desparpajo con el que ciertos directivos hacen sus declaraciones. Y no sólo asombroso, también triste. Me gustaría decirles a estos gerifaltes del sector bancario que se guarden sus vajillas, cuberterías y tabletas electrónicas por abrir una cuenta nómina o plan de pensiones, nos basta con un mínimo de la sólida e imperturbable decencia, si aún tienen crédito.

 

El plasma que arrastran los vientos solares

Los filósofos griegos distinguían cuatro estados de agregación de la materia que a su vez referían a cuatro elementos fundamentales de los que estaría conformado el mundo (tierra, agua, aire y fuego). Aquí nuevamente reaparecen uno a uno estos elementos fundamentales.

Tenemos a la Unión Europea al borde de un ataque de nervios por la falta de suministro del gas. Moléculas apenas unidas entre sí, pues no hay recipiente ni continente claro que las contenga. De otra parte, tenemos la liquidez propia del sistema bancario. Aquí la forma es más constante, aun así, la falta de cohesión entre los átomos hace que éstos puedan fluir sin dificultad escapando al receptáculo que los quiere mantener unidos.

Siguiendo este hilo argumentativo, podemos decir que este artículo es un llamamiento para enfriar la situación de tal manera que lo sólido haga aparición. Quizá el invierno haga lo propio, tal vez con la bajada de las temperaturas pasemos de un estado voluble a otro más propicio para los momentos de incertidumbre que vivimos.

Sin embargo, hay un cuarto estado que los griegos relacionaban con el fuego y del que poco o nada se habla: el llamado ‘plasma’. No es muy diferente al estado gaseoso, pero éste está compuesto por átomos altamente ionizados y en él los electrones circulan libremente. Tal estado es posible alcanzarse calentando el gas.

Crisis climática que hace subir las temperaturas y crisis energética donde el gas es el protagonista, hervidero perfecto para que la inflación y la carestía conviertan unas sociedades que debieran cohesionarse al máximo para afrontar los tiempos duros en un estado plasmático con alta carga de crispación y enfado en el que los populismos y los héroes salvíficos circulan por doquier. Mantengámonos unidos, firmes y solidarios pues me temo que el general Invierno sólo sabe de guerras sin cuartel y winter is coming!

 

 

 

 

 

 

[1] https://www.elconfidencial.com/mundo/2022-02-27/guerra-ucrania-suministro-gas-alternativa-argelia-espana-veto-francia_3382684/

[2] Este reproche no se lo hago únicamente a Francia, ni siquiera creo tener nada que reprochar a esta lógica conducta, simplemente he visto conveniente traerlo como ejemplo de lo que en este artículo trato de trasladar.

[3] Seguramente sería más preciso decir el plan que ha presentado Alemania, pero no quisiera que nos fuéramos por tales derroteros.

[4] Cabría preguntarse si deseable dado el panorama internacional, para ello habríamos de evaluar diferentes variables que escapan a las pretensiones de este artículo. La respuesta sería más rotunda por mi parte si la Unión Europea se acerase algo más a su lema “Unida en la diversidad”.

[5] Creo que es sabido por todos que el anuncio de tales medidas en pleno Debate del estado de la Nación, con el proyecto de Yolanda Díaz en ciernes y con reproches de Unidas Podemos respecto a los Presupuestos Generales del Estado de 2023, no fue sino electoralista y el modo expositivo del Presidente, así como de los diferentes ministros y portavoces que han salido a la palestra a defender la medida, ha adquirido tintes populistas. Ahora bien, creo que no deberíamos perder el fondo de la cuestión. Pedro Sánchez fue hábil al tomarle el pulso a la ciudadanía y ávido a la hora de exponer la propuesta en un momento complicado para su formación ante el año electoral que se nos presenta.

[6] https://www.economiadigital.es/economia/santender-sabadell-beneficios-gobierno-impuesto-banca.html

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