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Desafiando al sistema de enfermedad: una llamada a la insurgencia por la salud

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Hace un tiempo que me siento algo abrumada por la cantidad de información que encuentro (datos, estadísticas, artículos[1]) que alertan de que las enfermedades autoinmunes están subiendo, de que los cánceres (fundamentalmente los hormono-dependientes) se incrementan año a año, observo, además, que los problemas de salud mental cada vez ocupan más espacio en la esfera pública, la infertilidad, los problemas hormonales, digestivos…  También escucho que patologías como el Alzheimer empiezan a ser consideradas (y abordadas) como problemas metabólicos, de hecho, se la empieza a llamar la ‘diabetes tipo 3’.

Observo todo ello y a su vez atiendo a relatos que acompañan estos datos en los que se señala directamente con mucha razón al sedentarismo, a formas de vida cada vez más ociosas rodeadas de alimentación poco saludable, normalmente empaquetada, con altos índices de grasas de poca calidad y carbohidratos refinados que elevan la glucosa de manera indiscriminada 5 ó 6 veces al día. Gluten, azúcares, emulsionantes de todo tipo, y aditivos, y tóxicos que dañan de manera silenciosa y persistente de la salud, y estrés, y ultraprocesados, y, y, y…

Cuando me he parado un poco más he visto que estos relatos acaban por arte de birlibirloque señalando de un modo más o menos indirecto (según el pudor del interlocutor) a la persona, al individuo (si queremos llamarlo así) por no introducir en su vida hábitos saludables que le alejen de estos ingentes listados y reviertan estas curvas del todo preocupantes y alarmantes. Ese discurso me resulta no sólo poco cuidadoso, sino, si me permiten, poco inteligente pues se resiste a indagar tras las causas que llevan a este bucle enfermizo de malestar, inflamación y enfermedad. Ya no apelo a la empatía, sino al sentido común más elemental.

Cuando en mi día a día deambulo por el supermercado me pregunto cómo narices vamos a señalar al individuo/consumidor/cliente/adicto por llevar unos hábitos de vida poco coherentes con la longevidad si de cada diez pasillos ocho están repletos de venenos empaquetados con llamativos dibujos y publicidad del todo engañosa a precios irrisorios.

Así pues, partamos de una premisa: nadie busca el mal ni el perjuicio propio de manera voluntaria y reiterada en el tiempo. Quien tenga esa impresión está del todo errado y muy alejado de una comprensión profunda del ser humano y su evolución. Como decía Aristóteles en su Ética a Nicómaco: “el bien es aquello a lo que todas las cosas tienden”. De esta manera, hemos de reconocer que hacemos lo que buenamente podemos. La pregunta fundamental, pues, se hace harto evidente: ¿Qué podemos hacer? Y surgen en tropel otra serie de interrogantes también del todo interesantes como de cuánta información disponemos, de qué educación se nos ha provisto, contamos con las herramientas para llevar a término las acciones más oportunas, tenemos la suficiente energía física y mental para todo ello… pero fundamentalmente creo que todo se vuelve un chiste cuando vemos cuán hostil se ha vuelto nuestro entorno, cuán difícil nos lo han hecho aquellos que nos venden el veneno para a su vez vendernos el fármaco que nos mantendrá malviviendo muchos años más. Aunque respondamos afirmativamente a cada pregunta, para alcanzar la salud hemos de ir a contracorriente.

Evidentemente, no se trata de quedarse apalancado en el sofá o de brazos cruzados, seamos responsables y juiciosos porque nos va la vida en ello (literalmente), porque un pensamiento genuino jamás puede surgir en una mente embotada con tanta toxicidad, porque una vida plena no tiene espacio entre los estantes de comida rápida del supermercado. No intento quitar culpas o infantilizar a la sociedad, intento preguntar por qué quieren que esta sociedad sea infantil.

Y una vez dicho esto, sigo con las preguntas porque de eso se trata, siempre de preguntar, siempre de indagar:

¿Quién tiene la potestad de señalar aquellas familias que no pueden invertir en un aceite virgen de oliva extra de calidad, en alimentos ecológicos, ni siquiera en suficientes frutas y verduras porque los precios cada vez son más prohibitivos?

¿Quién se considera digno para arremeter contra aquel hombre despersonalizado que pierde su tiempo en redes sociales, unas plataformas diseñadas por los mejores especialistas en atrapar nuestra atención, en volvernos prisioneros y enfermos?

¿Sois conscientes de cuánta adicción provoca el azúcar, los potenciadores del sabor, las grasas hidrogenadas?

Han diseñado un parque de atracciones perfecto para que la enfermedad y la tristeza campen a sus anchas, para que la depresión tenga un refugio seguro y acaudalado, para que las cifras de enfermedades modernas sigan incrementándose año tras año, año tras año. Dejen de enseñarnos las cifras culpándonos sin remilgos y comiencen a establecer contextos y contornos que ayuden a la salud, a la energía, a la alegría. Dejen de inundarnos de tráfico, humo, tóxicos, pesticidas, aditivos, dulces, golosinas, redes, ondas, vertidos y devuélvannos el césped, las plantas, el aire, el sol, el agua, los nutrientes, los colores.

Y si no lo van a hacer, porque no lo van a hacer, dejen de echarnos las estadísticas a la cara porque son ustedes los principales responsables de que esto sea así. Porque son ustedes los que aplauden fervorosamente a la industria alimentaria y a la industria farmacéutica que en última instancia desean ganar dinero, porque son una industria. Con esto no quiero decir que los fármacos son malos ni nada por el estilo, simple y llanamente que el orden de prioridades está francamente desordenado, que los responsables son ustedes y que, en último término, los enfermos no son sino su criatura más perfecta y obediente. Así que las gráficas tan horripilantes que he descrito al comienzo son el fiel paisaje de la posmodernidad. Una nueva forma de arte grotesco que debería hacernos llorar.

 

[1] Kashyap, D., Pal, D., Sharma, R., Garg, V. K., Goel, N., Koundal, D., … & Belay, A. (2022). Global increase in breast cancer incidence: risk factors and preventive measures. BioMed research international2022.
Pinhas-Hamiel, O., Dolan, L. M., Daniels, S. R., Standiford, D., Khoury, P. R., & Zeitler, P. (1996). Increased incidence of non-insulin-dependent diabetes mellitus among adolescents. The Journal of pediatrics128(5), 608-615.

Miller, F. W. (2023). The increasing prevalence of autoimmunity and autoimmune diseases: an urgent call to action for improved understanding, diagnosis, treatment, and prevention. Current opinion in immunology80, 102266.

Keyes, K. M., Gary, D., O’Malley, P. M., Hamilton, A., & Schulenberg, J. (2019). Recent increases in depressive symptoms among US adolescents: trends from 1991 to 2018. Social psychiatry and psychiatric epidemiology54, 987-996.

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