Dos Isabeles
Si algo nos ha enseñado el coronavirus es que no entiende de geografía, clase social o ascendencia. Implacable y sin permiso se ha colado en las casas más lujosas y las chabolas más humildes. Ha trastocado la vida de famosos deportistas y anónimos trabajadores. Niños, ancianos, adolescentes y adultos de cualquier nacionalidad, religión e ideología han quedado al albur de este agente infeccioso tan revuelto y gañán.
La prensa británica publicaba esta mañana que el coronavirus se ha cobrado una nueva víctima, la joya de la corona, literalmente. La reina Isabel II ha dado positivo en COVID-19 y se ha visto obligada a tomar las medidas pertinentes para evitar el contagio y recobrar la salud.
Es triste imaginar la tez cansada de la reina y compararla con aquélla vigorosa estampa que nos regaló hace apenas unas semanas en las que celebraba felizmente sus 70 años en el trono en un vídeo donde aparecía sonriente con su inseparable bolso de mano en una demostración de fuerza en la que empleaba una espada para cortar una porción de un suculento pastel de aniversario.
Lamentando mucho esta penosa noticia, cabe hablar de otra Isabel, una que nos queda más cercana y que parece compartir no sólo el nombre con la monarca. Supongo que están ustedes al tanto de la guerra abierta que atenaza al principal partido de la oposición, me lo imagino más que nada porque los cascotes, las vísceras y el polvo sobrevuelan la capital del reino y no me sorprendería que llegaran hasta los lugares más insólitos de este hermoso y pintoresco país.
Ciertamente, sería muy interesante y pedagógico tratar la cuestión de las contrataciones que ha llevado a cabo la Comunidad de Madrid con respecto a los suministros sanitarios durante el período más duro de la pandemia, analizar al dedillo si realmente hubo trato de favor, algún tipo de irregularidad o ilegalidad en la contratación de la empresa dirigida por el amigo de la presidenta y que contó con la intermediación de su hermano para obtener mascarillas de China. No dudo que lo apropiado sería dilucidar, ya sea en el plano legal o en el moral, si este proceder es el más indicado para una persona que ejerce una responsabilidad como la presidencia de la Comunidad de Madrid, pero no nos engañemos, nadie está prestando atención a las contrataciones porque, seamos sinceros, es lo que menos importa en esta guerra. No será lo políticamente correcto, pero, haciendo gala a la rúbrica que sella y obliga a este pequeño blog, es lo que hay. Ahora adentrémonos en el cuento de la aldeana que fue coronada reina por la multitud.
Dos coronas
Aunque los sucesos hayan pillado desprevenido a más de uno, Ayuso lo vaticinó hace unos días cuando la vimos avanzar decidida con un mono de color rojo y un casco blanco en su mano. Posteriormente, la presidenta de la Comunidad de Madrid arrancó un coche de Fórmula 1 y degustó el placer de la velocidad. El mensaje es claro, no hay tiempo que perder.
Aprovechó el modesto resultado del Partido Popular en Castilla y León tras una extravagante y grotesca, por decirlo suavemente, campaña electoral dirigida por la aventajada mano derecha de Pablo casado, García Egea. El adelanto electoral urgido desde Génova 13 o, cuanto menos, amparado por la cúpula del PP, fue un absoluto fracaso. La idea que se pretendía proyectar de un sucederse de victorias populares allende el territorio nacional y, asimismo, aupar un cuestionado liderazgo de Pablo Casado en la idea de que Ayuso no es la única que puede ganar elecciones, maquinando un adelanto electoral sin motivo, fue la estrategia menos inteligente que se ha visto en mucho tiempo. Efectivamente, el PP ganó las elecciones, pero ganar no es vencer y la victoria, sin lugar a dudas, fue para los de Abascal que ahora tienen el Gobierno de Castilla y León en sus manos convirtiendo a Mañueco efectivamente en un muñeco titiritero a su merced.
Cuando la torpeza (una más) se hizo visible el 13 de febrero, Ayuso (seguramente Miguel Ángel Rodríguez) marcó los tiempos. Era el momento de girar la llave de contacto y pisar el acelerador. Comenzaron las filtraciones a la prensa en las que se hacía pública la guerra interna del PP. Ante la sospecha de una actuación corrupta por parte de la líder madrileña, personas del entorno de Casado habrían contactado (quién sabe si contratado) con al menos una agencia de detectives para seguir el rastro la presidenta y sus familiares.
Así comenzó la voladura controlada. Nadie habla de contrataciones cuando tiene ante sí una película de espías. El espectáculo está servido desde la primera comparecencia de Ayuso en la que compungida e inmaculada habló de una actuación cruel e injusta hacia ella por la cúpula de un partido al que siempre ha sido leal, se presentó como víctima y ensalzó el honorable valor de la familia. Nada que hacer, señor Casado, ante la dama más querida por todos los votantes del PP hablando de traiciones nada hay que hacer, a menos que tenga usted pruebas. ¿Tiene usted pruebas, señor Casado?
Comparecieron unos y otros, presentando relatos que se contradecían entre sí. Uno de los dos miente o quizá sea más preciso afirmas que ninguno de los dos dice la verdad. No importa, no había nada que hacer. Casado había recibido en su momento una información con datos personales del hermano de Ayuso que apuntaban a una posible ilegalidad que afectaría a la presidenta. Lo que desde luego no es presunta es la ilegalidad que alguien ha cometido al acceder a información sensible de un ciudadano. Pero ni una cosa ni la otra llevaron al presidente del partido a ponerlo un conocimiento de la Fiscalía, ya sea las sospechas de una posible contratación irregular, ya sea este acceso ilegal a datos fiscales y bancarios que le llegó en forma de dossier. Seguramente aquella jugosa información podría servirle para pararle los pies a una fulgurante Ayuso en su carrera a la presidencia del PP madrileño (por el momento). Lástima que Casado no supiera que esta dama conduce un coche de alta gama y no tiene miramientos en la carretera.
Cuando el dirigente de un partido concede una entrevista para defender su honorabilidad y esta bruma chabacana de dosieres y espías es lo primero (y casi lo único) que llama la atención del periodista que lo entrevista, es señal de que la cosa no anda bien. Pero si en algo ha demostrado sobrada competencia Pablo Casado es en persistir en el error.
Es falso que se contratara un espía. Y si alguien lo hubiera hecho, sería cesado. Se ha oído la grabación de un presidente de una empresa municipal hablando con un presunto espía sobre que le había llegado una información precisamente sobre dicho espionaje. Eso nos daría la razón porque el espía le dice que no.
Pensándolo dos veces, creo que persistir en el error se queda flojo si pasamos a la reunión entre Casado y Ayuso el sábado 19 de febrero en Génova 13. Él le ofreció, como si de una concesión generosa se tratara, archivar el expediente informativo que se había abierto desde el partido contra Ayuso por atentar contra la honorabilidad del presidente públicamente. A cambio, ella habría de declarar ante los medios que no había sido investigada ni ella ni ningún miembro de su familia por parte de la cúpula nacional. ¿Cómo va a aceptar? ¿Cómo va a claudicar cuando su rival se ha rendido y está pertrecho? El Ferrari sigue su camino sin mirar cuántos Ford Fiesta desgastados y abollados deja tras de sí. El aparato orgánico estaría quizá con Pablo Casado, pero Isabel Díaz Ayuso congrega la calle, la simpatía y, sobre todo, el relato. ¿Cómo pedirle a la co-autora y protagonista de este cuento que cambie el final a gusto del perdedor? El expediente se cerró y la puerta de salida del partido se abrió para que Pablo Casado y Teodoro García Egea más tarde o más temprano la crucen.
Dos virus
Esto último no es el final del cuento, pero sí lo que se escucha este domingo en las calles de Madrid. Frente a la sede nacional del partido popular miles de personas reclaman la dimisión de Pablo Casado, la cabeza de Teodoro García Egea y encumbran a Isabel Díaz Ayuso en lo que parece ser una ceremonia de coronación. Sin embargo, quisiera recordarles que la historia es amarga y muy acertado estuvo Karl Marx cuando anunció que la trama de los acontecimientos se repite dos veces, la primera de ellas como gran tragedia y la segunda como farsa.
Ya hemos visto cuán peligroso es agitar las calles, enardecer las pasiones de la ciudadanía cuando ésta frustrada y crispada se hace masa y se hace multitud. El peligro lo vimos precisamente en Cataluña, miles de personas lanzadas a las calles cuyos anhelos superaron con creces los estrechos límites que habían marcado los líderes que las alentaron. Al final estos mismos líderes quedaron literalmente presos del sentir popular y los reclamos de una masa enfurecida. Adviertan esto, señor Rodríguez y señora Ayuso, sean muy conscientes de que hoy piden la cabeza de Casado, pero que los corazones enardecidos pocas veces pierden su fulgor cuando la realidad no colma unas expectativas que siempre son demasiado altas. Como si de un virus se tratara, con todos mis respetos, a la masa, ésta subsiste reproduciéndose por doquier de manera automática y uniforme y uno ha de ser muy consciente de que adquiere vida propia, de que su criatura puede volverse en su contra y devorarlo cual Júpiter y Saturno.
Así pues, hoy he venido a hablar de dos Isabeles cuyos caminos se cruzan, una con virus y corona, la otra con corona y con virus. Le deseo una pronta recuperación a la reina de Inglaterra, con respecto a Ayuso, veremos si aguanta el peso de la corona de las multitudes y, en lo que a ustedes y a mí respecta, bien haríamos en agenciarnos un buen casco anti-cascotes o, en su defecto, un paraguas resistente. Paciencia, señores, la política de pandereta y tuit es tan brillante como fugaz. Cuídense de los virus. Hasta el siguiente bochorno. Buenas noches.