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¿Es la ingenuidad una virtud política? El diputado de Cs que se negó a firmar.

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La niñez pasa demasiado rápido para cualquiera. No nos engañemos, echamos en falta la infancia como aquello que nos fue arrebatado siempre demasiado pronto, justo antes de decir la última palabra, nunca quisimos crecer. Hoy vengo a proclamar que una de las virtudes que solemos achacar al candor infantil ha sido vista en el escenario político.  Sí, han oído bien. Por más que pueda sorprendernos, a mí desde luego me ha pillado desprevenida, en medio de la vorágine de noticias que se han seguido estos días, noticias que nos han mantenido pegados a nuestras pantallas, he encontrado entre mucha mezquindad una virtud encarnada por un político. Un político o, para ser más precisos (quizá ahí esté el truco), un político recién dimitido, ha hecho algo digno de mención por su virtuosismo y es triste que vaya a pasar desapercibido entre la sosería de Gabilondo, la frivolidad de Ayuso y la arrogancia de Iglesias. No creo que debamos permitirlo y, de ahí, que le dedique un pequeño espacio en el blog. El político al que me refiero es Sergio Brabezo, exdiputado por la Asamblea de Madrid por Ciudadanos, y la virtud es la ingenuidad. 

La explosión murciana llega a Madrid

Las noticias que se han sucedido las últimas semanas sobre la política murciana han demostrado que la rapidez puede verse incrementada exponencialmente y que el caos que puede generarse por una decisión tomada en apenas unos instantes es inconmensurable. La famosa mariposa y su pertinaz aleteo. La honda expansiva que atravesó rápidamente la región de Castilla la Mancha para aterrizar en la Real Casa de Correos de Madrid fue directa, sin interferencias ni obstáculos. Tal y como lo veo, lo acaecido en Murcia fue el pretexto perfecto que tenía Ayuso para adelantar las elecciones. Las encuestas le son favorables y aunque, si por ella hubiera sido, hubiese aguantado en el cargo más tiempo, todo apuntaba a que la moción de censura anunciada por Ciudadanos a López Miras era la primera de una cascada que, por supuesto, iba a afectar a Madrid. Que Ciudadanos no pensase que aquello no sólo podía suceder, sino que era lo más probable, fue un error de cálculo de tal magnitud que ha supuesto la puntilla final a la hecatombe que sufrió en las elecciones catalanas. Se lo estaban sirviendo en bandeja a Ayuso y, quien conozca a la presidenta, sabía que no se lo iba a pensar demasiado. Pero, si eso no era suficiente, un avalentonado Ignacio Aguado lanzó un órdago desatinado: «tome nota»[1], dijo dirigiéndose a la presidenta. 

Parece que Ciudadanos sí había pre-acordado con el PSOE dar un golpe de efecto y pintar el mapa político español de un rojo con minúsculos toques anaranjados, posiblemente la antesala de un gobierno conjunto a escala nacional. Sea como fuere, a Ayuso no le iba a temblar el pulso, le estaban empujando a hacer lo que llevaba deseando desde hacía mucho tiempo, anunciar el adelanto electoral era cuestión de minutos. Cuando la cúpula de Ciudadanos comprendió la gravedad de la situación, cundió el pánico. Más País y el PSOE no iban a quedarse atrás y tratarían de colar sendas mociones de censura antes del decreto de adelanto electoral para evitar unas elecciones en las que su futuro era incierto. ¿Qué hacía entonces la formación naranja?, ¿qué haría Aguado? 

Al movimiento en Murcia le estaban siguiendo una sucesión de críticas y acusaciones a un Ciudadanos que ya estaba bajo mínimos de credibilidad. Ayuso iba a hacer pública la ruptura oficial que relegaría a la formación naranja lejos de cualquier posibilidad de volver a tocar el poder en Madrid, la capital del reino y la joya de la corona. Ciudadanos quedaría en nada y, además, su final sería mucho más indigno que el que precipitó a UPyD en su momento. ¿Cómo evitarlo? Según la declaración de algunos de los diputados del partido, su respuesta no fue otra que imitar a la oposición. Carlos Cuadrado, mano derecha de Arrimadas, elaboró en tiempo récord una tercera moción de censura (si no estaba elaborada ya) en la que se proponía a Ignacio Aguado como candidato. Hicieron las llamadas oportunas: todos los miembros del grupo parlamentario habían de acudir raudos a la Asamblea a una reunión de urgencia y, entre ellos, estaba Sergio Brabezo.

Cabe tener en cuenta que los diputados que fueron congregados se iban enterando de lo sucedido por los medios, de manera muy sesgada y apresurada. En aquel momento pocos sabían qué estaba sucediendo realmente ni qué se estaban jugando. No entendían por qué su partido había tomado decisiones tan trascendentales en Murcia y por qué estaban afectándoles directamente, tampoco sabían si era todo improvisación o si Inés Arrimadas y su equipo seguía punto por punto un plan que ellos desconocían. El caso es que no tenían tiempo para preguntar y quienes les había convocado no querían perderlo en explicar. Unos papeles encima de la mesa y una expresión agitada que ordenaba «firma aquí»[2]fueron sus palabras de bienvenida. Evidentemente, los papeles recogían la solicitud de la moción de censura. El clima era irrespirable y frenético. Los nervios se palpaban en el ambiente, estas palabras resumen la crudeza de la situación: «si te quieres quedar unos meses más, tienes que firmar»[3].

Brabezo no firmó. Tras diez años militando en Ciudadanos, el 16 de marzo dimitió como diputado por la Asamblea de Madrid renunciando a su escaño.

La ingenuidad, esa virtud infantil que tanto hace falta:

El principito todavía no estaba satisfecho.

—Yo, si poseo un pañuelo, puedo ponerlo alrededor de mi cuello y llevármelo. Yo, si poseo una flor, puedo cortarla y llevármela. ¡Pero tú no puedes cortar los votantes!

—No, pero puedo depositarlos en el banco.

—¿Qué quiere decir eso?

—Quiere decir que escribo en un papelito la cantidad de mis votantes. Y después cierro el papelito, bajo llave, en un cajón.

—¿Es todo?

—Es suficiente.

Saint-Exupéry, A. El principito. [Texto modificado].

«Yo doy clases, no estoy en política por estar. No he venido a por un sueldo»[4], estas fueron las palabras de Brabezo unos días después de su dimisión. Es curioso cuántas veces hemos escuchado de la boca de políticos eso de que el sueldo o la silla son puramente accesorios y que su único fin es servir a la ciudadanía. Se han hartado de proclamar cuántos desvelos les causa el malestar de la sociedad que se ve agitada por las injusticias. Verborrea proclamada a la hora del telediario, palabras escupidas en prime time y que el tiempo se encarga de difuminar y convertir en lo que son: puro vaho, nada sólido. No quiero dar a entender con esto que la corrupción de las ideas o valores son conditio sine qua non para moverse en el mundo de la política o que todos nuestros representantes son un atajo de mentirosos empedernidos. Creo que la realidad es más compleja y que en la mayoría de los casos nos encontramos con un equilibrio entre pragmatismo e integridad, costes y beneficios. Un balance en el que los políticos perderán parte de su pureza inicial, al fin y al cabo, siempre hay que romper algunos huevos para hacer una tortilla y en función de las renuncias, el resto valoraremos si es digno de nuestra representación. No caer en idealismos, pero no llegar a venderse, he ahí la clave del asunto.

No obstante, el panorama en el que vivimos es tan sombrío que nos hemos acostumbrado a que muchos de nuestros representantes renuncien incluso a lo más primordial. El “no nos representan”, actualmente está tan vigente como lo estuvo aquel 15 de marzo de 2011. Y el ingenuo, quizá para algunos idealista o crédulo, de Brabezo ha venido a recordárnoslo. Me refiero a la ingenuidad de aquél que toma en serio las palabras del que tiene enfrente y actúa en consecuencia. «La política es un servicio a la ciudadanía y el político es un servidor». Brabezo aceptó este axioma fundamental y siguió las diferentes premisas que de él se siguen hasta que le plantaron delante un papel que implicaba renunciar a ese principio que sostenía todo lo demás. Si no firmaba, su futuro en la Asamblea estaba sentenciado de muerte. Pero ¿firmar para qué?, ¿para darle el Gobierno a aquellos que desde la formación naranja pensaban que harían un mal a España?, ¿no es eso ir en contra del ideario de Ciudadanos?, ¿para qué sirve entonces el cargo de político, no es acaso una empresa inútil, sino dañina? Por desgracia, ese axioma primero («la política es un servicio a la ciudadanía y el político es un servidor») no es el que sustenta la política actual, cierto, pero es el que consideramos que debería soportarla. Se está viendo que no es así, no lo neguemos. Lo estamos sufriendo día a día y lo estamos permitiendo. Participamos de la chanza por mera costumbre y resignación, hasta que alguien, tal vez otro nostálgico de la niñez, levanta la voz. El emperador está desnudo, gracias, señor Brabezo, por recordárnoslo.

Es divertido, pensó el principito. Es bastante poético. Pero no es muy serio.

El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas grandes.

—Yo —dijo aún— poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor que yo los posea. Pero tú no eres útil a los votantes

El hombre de negocios abrió la boca pero no encontró respuesta y el principito se fue.

Decididamente las personas grandes son extraordinarias, se decía para sus adentros durante el viaje.

Saint-Exupéry, A. El principito. [Texto modificado].

[1] https://www.eldiario.es/madrid/ciudadanos-madrid-pide-ayuso-tome-nota-murcia-no-siga-ninguneando-socios_1_7291894.html

[2] https://www.libertaddigital.com/espana/2021-03-16/brabezo-sobre-la-mocion-de-aguado-contra-ayuso-si-te-quieres-quedar-cuatro-meses-mas-tienes-que-firmar-6719719/

[3] Ibid.

[4] Ibid.

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4 comentarios en “¿Es la ingenuidad una virtud política? El diputado de Cs que se negó a firmar.”

  1. Otro artículo impresionante. Lo que es asombrosamente preocupante es que actitudes como ésta, dimitir por principios, sea noticia. Algo que debiera ser lo más normal (estamos en democracia) se convierta en noticia (aunque yo no lo conocía), no por su efecto o consecuencias, sino por lo «raro» de semejante comportamiento.

  2. Totalmente de acuerdo. Si los políticos que nos gobiernan supieran lo que entraña la labor que dicen desempeñar, si supieran cuánto honor y dignidad debiera esconderse tras la representación política, otro gallo cantaría. No es el caso. El poder debe cegarlos, no lo dudo, pero el pensamiento crítico debe desnudarlos. Muchas gracias por leerme y comentar. Es una profunda alegría descubrir personas que se aventuran a pensar por sí mismas. ¡Nos leemos! Sapere aude!

  3. MARIA PAZ RODRIGUEZ GONZÁLEZ

    ««Yo doy clases, no estoy en política por estar. No he venido a por un sueldo»[4], estas fueron las palabras de Brabezo unos días después de su dimisión.» Algo similar dijo Toni Cantó, ya que anunció que volvía a su trabajo de actor, y en ese momento pensé «chapó». Sin embargo ahora ambos están en la lista del PP para Madrid, si no me equivoco, por lo tanto ¿debemos entender que sí están en política por estar? ¿No resulta extraño pasar de una formación política a otra con tanta rapidez? Me recuerdan a esas personas que tras una ruptura amoroso, en lugar de curar sus heridas en soledad y fortalecer su mente para poder volver al ruedo tras un tiempo prudencial, se lanzan de inmediato al ligoteo desaforado, buscando el o la pareja sustituto/a pensando que una mancha de mora quita otra. ¿Confiaría mi corazón a una persona así, que piensa que mora, frambuesa o grosella, al final todas son frutas del bosque y tanto da una que otra? ¿Y mi voto? ¿Por qué dicen que regresan a sus vidas anteriores cuando lo que quieren realmente es seguir haciendo política?

  4. Muy interesante lo que planteas. La verdad es que el post lo escribí antes de enterarme de la noticia de que Brabezo había fichado por el PP. En cualquier caso, el acto que llevó a cabo ese día al negarse a firmar creo que no se ve menoscabado por la actuación posterior. De hecho, mi pretensión no era fijarme en un político en concreto, sino en una actitud que vi encarnada por él en ese instante, podría haber sido cualquier otra persona en otro lugar.

    Con respecto al transfuguismo, es un tema muy delicado. La política ha cambiado mucho los últimos años. Si bien antes era anatema, ahora la volatilidad de los partidos invita a esa suerte de trasvases. ¿Es una manera de seguir contribuyendo a un proyecto y unos valores o una señal de que se está por el puesto? Me imagino que será la ciudadanía quien lo juzgue. Yo no me atrevería a hacer una condena genérica.

    En cualquier caso, muchas gracias por leer el artículo y comentar. No sabes cuán grata es la sorpresa de ver que, pese a todo, no renunciamos a pensar por nosotros mismos. Sapere aude!

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