“Realidad” tecnologizada y atolondrada, mercadotecnia, publicidad engañosa, cookies permitidas, contraseñas duplicadas, vidas cableadas… Miedo, pánico, parálisis. Nuestro mundo hipermoderno se nos presenta como una masa hiperactiva e hiperestimulante, sin embargo, tengo la impresión de que sobre los peligros de este avance desenfrenado se ha hablado mucho, quizá demasiado. Me parece que los agoreros (cuyos augurios tienen más de cierto que de palabrería) siguen bramando en el desierto y me gustaría, con su permiso, llevar esta cavilación por otros derroteros, una insignificancia reflexiva, si no les importa.
No quisiera reproducir otro artículo sobre los beneficios y los perjuicios de un mundo robotizado e hiperconectado. Tampoco reproducir esa nostálgica bisoñez de quien ve perder algo importante por cada cable y antena. Todo ello es trascendente, crucial, pero hay un detalle sin importancia con el que no dejo de debatirme y quisiera trasladarles hoy aquí.
Metaverso como culmen de un mundo digital en el que los sueños pueden literalmente ser cumplidos, está a la vuelta de la esquina, no son pocos los que ya han comprado propiedades en ese no-lugar que está siendo diseñado para nosotros, planificado meticulosamente para empalagar a nuestros sentidos y cubrir nuestros voraces apetitos. Un mundo siempre disponible, eficiente, a nuestra disposición con la amabilidad que caracteriza a Alexa o a Siri. Ese mundo se nos viene encima, la realidad se transforma segundo a segundo, profesores de ética, psicólogos, humanistas de uno y otro rincón nos alertan no sin razón de los efectos que ya estamos padeciendo y, en vez de tomar por bandera sus proclamas, como seguramente debiera hacer, y trasladarles a ustedes sus motivos en este pequeño rincón, a mí me da por pensar una y otra vez en la secuencia de Matrix en la que el agente Smith se dirige a un desvalido Morfeo que se debate entre la vida y la muerte:
Millones de personas… viviendo sus vidas… inconscientes…
¿Sabía que la primera Matrix fue diseñada para ser un perfecto mundo humano donde nadie sufriera… donde todo el mundo fuera feliz?
Fue un desastre, nadie aceptó ese programa, se perdieron cosechas enteras [de humanos que funcionaban como baterías].
Algunos creían que no teníamos el lenguaje de programación para describir su mundo perfecto. Pero yo creo que, como especie, los seres humanos definen su realidad con la tristeza y el sufrimiento.
Así que el mundo perfecto era un sueño del que sus primitivos cerebros querían constantemente despertar. Por ese motivo Matrix fue rediseñada.
He aquí el desafío no del hombre respecto a la máquina, sino de la máquina para con el hombre. Y viene el ingeniero de turno y nos promete felicidad, y viene Mark Zuckerberg con el Metaverso y nos promete felicidad, y vienen los filántropos y nos dicen que no tendremos nada y seremos felices. Y lo dicen a espaldas de la virtualidad del ser humano, esta criatura indecente, esta criatura morbosa que no se contenta con la fáustica superabundancia del siempre disponible, del siempre a la mano, del “a sus órdenes”. Esta criatura anhelante, gozosa de sus desdichas, sufriente por un futuro siempre perecedero y precario.
Santificarás las fiestas, pero estas fiestas no serán eternas, no lo soportaríamos. Gozarás de las bacanales y despertarás resacoso. Los algoritmos no pueden recoger las posibilidades de este ente encarnado que es el hombre, y no tanto por lo difícil de replicar que es el mundo emocional y el lenguaje humano, hemos visto criaturas artificiales capaces de emocionar y emocionarse y este sólo es el principio. Sin embargo, permítanme esta macabra curiosidad por saber cómo se las apañarán para integrar en las fórmulas computacionales (y estoy segura que lo harán) esta funesta realidad del hombre desdichado que goza con su desdicha.
La imagen idealizada de la felicidad como propósito único e irreductible de esta vida es tan banal que parte de un una petitio principii de manual. No me malinterpreten, sigo asombrada ante los avances de las tecnologías y sé que el mundo se dirige en esa dirección. Ni soy pesimista ni soy optimista, en este punto cobardemente me abstengo de opinar hasta nueva orden, lo observo todo con una relativa cómoda curiosidad observando los avances que ya de facto han cambiado nuestra experiencia vital espacial, temporal y existencialmente.
Nuestro mundo al alcance se ha multiplicado en apenas unos años, nuestra percepción no se asemeja ni por asomo a la de nuestros abuelos. Y, en esta vorágine calculada e incalculable de cambio, transformación acelerada y luces de color, en lo más tremebundo de este grito apabullante del rezagado que camina ciego, del indeciso que tiene que elegir, no puedo dejar de darle vueltas a esa escena de los hermanos Wachowski y del humano, quizá demasiado humano, mensaje que nos traslada el agente Smith: el mundo perfecto era un sueño del que sus primitivos cerebros querían constantemente despertar. Con estas palabras termino esta insignificante divagación, no sin antes hacer honor al nombre de este blog y desearles unos felices sueños.