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Jefatura Superior de Policía de Cataluña. Via Laietana, 43, 08003 Barcelona.

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Los peligrosos entresijos de la memoria

La memoria es difusa, juguetona, extraña. Los recuerdos siempre son desordenados e imaginados pues el tiempo los corrompe y el entorno los moldea. Sin embargo, lo queramos o no, marcan nuestra vida y dirigen nuestros destinos. Los recuerdos señorean el porvenir. Es por ello por lo que son un bien muy preciado por los que ejercen el poder, saben muy bien que quien controla los recuerdos controla nuestra existencia. Nuestra memoria frágil y risueña atiende a la contienda política sin que pueda decir esta boca es mía. 

Si ustedes caminan por Barcelona y se detienen en la vía Laietana encontrarán el campo de batalla perfecto para una de las últimas contiendas memorísticas que está dando que hablar. Me refiero a la Sede de la Jefatura de la Policía Nacional situada en esa misma calle. El asunto que me ocupa es múltiple y sin embargo creo que guarda una correlación perfecta y diabólica, ese lugar fue antaño un espacio terrorífico pues en sus salas podrían escucharse los gritos y lamentos, las súplicas ininterrumpidas de aquellos retenidos por la policía franquista. En efecto, en aquellas habitaciones se torturaba y se asesinaba. Un cierto hedor a dictadura aún puede percibirse en aquel edificio. Una de las reivindicaciones de Esquerra Republicana de Catalunya es desalojar a la Policía Nacional que hoy trabaja ahí para convertirlo en un centro dedicado a la memoria del franquismo. 

Hasta aquí todo parecería más o menos comprensible, sin embargo, no podemos obviar cuán traicionera y embustera puede llegar a ser la contienda política. ¿Hasta qué punto es casualidad que un lugar en el que la Policía Nacional tiene su Sede de operaciones en Cataluña se quiera convertir en un lugar para conmemorar a las víctimas de la tortura policial del régimen franquista? ¿No les resulta un tanto paradigmático que a fecha de hoy hayan erguido un pequeño monumento en memoria de aquellas víctimas a escasos metros de la entrada? ¿No hay, digamos, un pequeño juego de espejos que intenta tejer un hilo entre la Policía y el franquismo? Llámenme malpensada, pero me han dado motivos para hacerlo. 

No olviden los principios

Viendo las imágenes de fuego y cenizas que nos han llegado no sólo desde La Palma[1], sino también desde Barcelona, hay quien dice que la ciudad es ingobernable pues las Fuerzas y cuerpos de seguridad están tan limitados en sus actuaciones que no es extraño ver a sus miembros correr delante de los manifestantes y no viceversa, sus coches violentados y sus uniformes y cascos destrozados. No es de extrañar que la situación haya llegado a estos extremos cuasi cómicos si tenemos en cuenta que los dirigentes políticos entre los que incluyo a Ada Colau, Pere Aragonès y los altos mandos de Madrid, los han abandonado, vilipendiado y humillado sobre todo en los lugares donde más apoyo necesitan: País Vasco y Cataluña. Ahí están, a su suerte, con sueldos míseros, con presiones inaguantables y con las manos atadas. 

Los sindicatos de policía se resisten a salir de la vía Laietana, no quieren abandonar el edificio. Consideran que la sola propuesta es un agravio más. A su entender, las distorsiones que puede provocar la reubicación de todo el cuerpo son innecesarias y un peligro para la seguridad. Han intentado frenar la negociación con una campaña de recogida de firmas, pero no creo que su eco llegue a La Moncloa pues, para ERC, la creación de ese centro es un requisito imprescindible si quieren su apoyo para la aprobación de los presupuestos generales del Estado. 

Me parece que nadie mejor que el Duque de Ahumada, teniente general que se dedicó en cuerpo y alma a formar los primeros hombres que constituirían la Guardia Civil en 1844, supo entender cuáles eran los principios y valores que debieran regir cualquier cuerpo policial: sacrificio, lealtad, austeridad, disciplina, abnegación y espíritu benemérito[2].

Con sacrificio se refiere al peligro o trabajo grave a que se somete una persona, acto de abnegación inspirado en el sentido del deber. Se traduce en subordinar la vida o el bienestar propios por los de los demás. ¡Cuántos sacrificios hubieran hecho falta para reconocer que seguir por la senda que marcaba el Procés supondría la ruina económica, política y moral de una sociedad tan viva y vibrante como fue la catalana! ¡Cuántos sacrificios faltaron aquellos funestos días de septiembre y octubre de 2018! 

Lealtad: cumplimiento de lo que exige la fidelidad y el honor. Quizás no haga falta recordar que la sección segunda de la Constitución recoge en su artículo segundo el derecho y el deber de todos los españoles a proteger a España. Más cabría exigirles a los representantes públicos. Ninguna tibieza deberíamos hallar en su disposición de ser leales al Estado, de defender a los ciudadanos, de ser solidario con las demás autonomías y a no aspirar únicamente al beneficio propio. ¡Qué falta de lealtad es aspirar a más competencias simplemente para acaparar más poder! ¡Qué poca decencia supone despreciar la ayuda estatal por el mero hecho de venir de Madrid! ¡Cuán traidores son aquellos que exigen más sabiendo que eso hará que otros que más lo necesitan tengan menos! ¡Cuánta lealtad hace falta en ciertas sedes de los partidos políticos! 

Austeridad: moderación de los sentidos y pasiones ante metas más elevadas como el cumplimiento del deber. Sólo alguien austero puede reconocer que las promesas que se atrevido a formular son vanas quimeras, castillos en el aire y, lo que es más grave, que lo fueron desde su primera formulación pues no eran más que un órdago al Estado, una burla a la ciudadanía.

Continuemos con la disciplina, con la doctrina, instrucción de una persona. El significado implica la observancia de unos principios de obediencia que sólo conoce el límite moral del honor y el material de la Ley. ¡Qué decir del respeto a las leyes! Unas leyes que no son justas o injustas a discreción del político como dijo Ada Colau en su día[3]. Unas leyes que precisamente son justas por el procedimiento que se sigue para su aprobación. La justicia emana del pueblo; la legislación recoge lo que la ciudadanía, por medio de sus representantes públicos, considera que es apto para regirnos en nuestras actuaciones públicas. Ningún político, por muy activista que sea, puede creerse por encima de la ley y determinar lo que es o no justo. En efecto, existe la desobediencia civil, pero ésta implica la responsabilidad de atenerse a las consecuencias y no deshacerse en un valle de lágrimas cuando hay que rendir cuentas. 

La abnegación se refiere al sacrificio que alguien hace de su voluntad, de sus afectos o de sus intereses, generalmente por motivos profesionales o por altruismo. ¿Cuánto sacrificio de la voluntad, afectos o intereses han visto ustedes en los cabecillas del Procés? Sí, ciertamente algunos de ellos han pasado por la cárcel, pero recordemos que antes han puesto a las instituciones catalanas en riesgo que sus bienes y su patrimonio, antes la autonomía que sus afectos, antes su voluntad que el respeto por la ciudadanía catalana cuya mayoría no es independentista (no diré ya la española).

Y terminemos con el espíritu benemérito: benefactor, que hace bien a los demás. Se consideran las necesidades del prójimo por encima de las de uno mismo. Dejo a su discreción si prefieren optar por el llanto o por la carcajada. Si algo tiene el independentismo es una clara y firme rémora egoísta, xenófoba y racista. De un plumazo se esfumaron las necesidades del extremeño, del andaluz o del madrileño. Primero els Països Catalans, primero la independencia. Y, si hay que poner muertos, muchos estarán dispuestos a poner muertos; y, si hay que poner sangre, muchos pondrán sangre. Todo por una patria inventada por los que ahora defienden la memoria rebajando la historia a una ficción nebulosa de pasquín. 

Rendir culto a las víctimas del franquismo

Estos son los valores que alientan (o debieran alentar) a cada portador de uniforme, sea policía, agente de la guardia civil, soldado raso, teniente, bombero, etc. Y sinceramente creo que no hay mejor manera de rendir homenaje a las víctimas de la tortura, de la violencia, de la injusticia de un régimen dictatorial y horrible que permanezca la sede de la Jefatura de la Policía Nacional donde se encuentra ahora mismo encarnando estos principios. No se dejen engañar por los evocadores del franquismo, si algo ha de resarcir la dictadura es la democracia. Frente al odio la razón, frente a la voladura del Estado de derecho y el desprecio al otro: sacrificio, lealtad, austeridad, disciplina, abnegación y espíritu benemérito. 


[1] Quisiera aprovechar para mandar un afectuoso abrazo a los afectados por la erupción volcánica de La Palma y sus familias. 

[2] https://bibliotecavirtual.defensa.gob.es/BVMDefensa/es/consulta/registro.do?id=4829

[3] https://elpais.com/ccaa/2015/05/31/catalunya/1433095687_171375.html

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