En una obra breve pero lúcida, una de esas lecciones clarificadoras que saltan minuciosamente de obviedad en obviedad, precisamente ahí se esconde el valor del ensayo, el sociólogo y escritor Ervin Goffman nos presenta el mundo social que nos rodea con su carga dramática como si de una representación teatral se tratara. Así, el gran sociólogo del siglo XX, junto a Durkheim, Bourdieu, Weber o Mead, se va adentrando en los conceptos más elementales de la psicología social y de la sociología desde un enfoque dramatúrgico que hace de sus análisis una lectura fresca y novedosa.
El equipo
Si bien mucho cabría extraer de esta breve obra, La presentación de la persona en la vida cotidiana, me ha parecido que su análisis sobre la dinámica de los equipos puede servir de anclaje hermenéutico para exponer algunas reflexiones personales sobre la actualidad política. Pero, cada cosa a su tiempo, primero cabe exponer qué entiende Goffman por equipo de actuación[1]. Con estos términos el autor se refiere a cualquier conjunto de individuos que cooperan con el fin de representar una rutina determinada. Así pues, equipo sería tanto el equipo multidisciplinar que trata a enfermos oncológicos en un hospital como los padres de una familia que actúan como un equipo ante sus hijos u otros padres[2].
Una vez hemos expuesto qué es un equipo, cabe tener en cuenta algunos de los elementos que lo componen y que nos serán del todo provechosos para nuestras reflexiones posteriores: en primer lugar, dice el sociólogo, cada miembro del equipo está obligado a confiar en la conducta correcta de sus compañeros, y ellos, a su vez, deben confiar en él. El segundo elemento no menos importante es la familiaridad que surge entre los componentes del equipo que actúan conjuntamente de un modo cómplice para el mantenimiento de una apariencia determinada de las cosas. Así pues, la confianza cohesiona al equipo y la familiaridad surge de la propia dinámica de la interacción social[3].
Pero no basta la confianza y la familiaridad para que las actuaciones de equipo lleguen a buen término, uno de los requisitos para que la proyección ante el auditorio sea creíble es, sin lugar a dudas, la unanimidad. Con unanimidad Goffman en ningún momento nos plantea que los miembros no puedan divergir o tener ideas discrepantes, sin embargo, su actuación debe ser unánime. Sólo desde la sintonía puede apreciarse la melodía de la orquesta y sólo la fluidez puede dirigir eficazmente la comunicación. Las contradicciones y contrariedades en medio de la representación perturban al espectador que comienza a desconfiar de la función.
De esta manera, si surgen desavenencias en medio de la representación, los miembros han de abstenerse de aleccionar al compañero que haya cometido algún error ante el auditorio y esperar el momento oportuno para solventar los problemas[4]. Después de todo, la sanción correctiva inmediata perturbaría aún más la interacción y sólo serviría para que el auditorio se entere de cosas que deben estar reservadas única y exclusivamente a los miembros del equipo[5].
Imagínense lo poco conveniente que resultaría ver que los doctores que atienden a una persona con cáncer comienzan a debatir entre ellos acerca del diagnóstico del paciente en presencia de sus padres y hermanos. Dicha actuación sería del todo reprobable y sus efectos perniciosos.
Por ello, como señala el autor[6], lo apropiado sería escoger, si es posible, a miembros del equipo en los que se pueda confiar, de esta manera Goffman pone el ejemplo de la exclusión de los más pequeños de la casa en una reunión de adultos con el fin de que su actuación no resulte incongruente con la impresión o fachada que sus padres quieren ofrecer. Los padres escogen a los miembros del equipo que más confianza generan (ellos dos) y rechazan aquéllos de los que no pueden estar seguros de que sepan estar a la altura de la representación.
La tramoya
En otro punto sumamente interesante de la obra Goffman nos habla de la región posterior back region o trasfondo escénico back stage. Este lugar es crucial para el equipo por las funciones que cumple. En este espacio, al que el auditorio no tiene acceso, los miembros dejan a un lado su personaje. Aquí pueden analizar la actuación, poner a punto su utillaje escénico, aleccionar o incluso excluir a los miembros expresivamente ineptos y, en definitiva, descansar[7].
La importancia de contar con este espacio posterior y diferenciarlo del escenario donde se produce la representación lo vemos claramente con el ejemplo que nos da el propio Goffman del hotel Shetland[8], más concretamente de la cocina de dicho hotel. En este pequeño espacio, a diferencia de lo que ocurriría en el salón, las relaciones entre el patrón y el empleado se modifican prevaleciendo las pautas de índole rural. Ahora, los miembros del equipo se dirigirán unos a otros por su nombre de pila a pesar de la edad y del distinto estatus social de cada uno. Propietarios y empleados comerán juntos, compartirán la sobremesa con charlas informales y chismes, podrán emplear pautas de alimentación isleñas que en ningún caso serán presentadas a los huéspedes.
Por la distancia que separa esta informalidad cooperativa de la imagen proyectada en el salón, las puertas que separan un espacio de otro y que, al mismo tiempo los comunican adquieren una importancia sin precedente. En la página 137, Goffman destaca que, así como los empleados y sirvientes preferirían que las puertas que separan el comedor de la cocina estuvieran siempre abiertas para facilitar su tarea y su ir y venir con bandejas y víveres, los propietarios querrían que estas puertas permanecieran siempre cerradas para no sufrir el descrédito de la relevación de una conducta en la cocina que muy lejos queda de aquella fachada que se quiere proyectar a los clientes. Las puertas son ese umbral que nos mantiene a salvo, ese inter-espacio que nos protege de las crudezas de la dramaturgia humana.
Política en 280 caracteres
Siguiendo la obra de Goffman, creo que no muy diferentes el funcionamiento de este pequeño hotel norteamericano y el que debiera primar en el Gobierno de la nación. No obstante, por desgracia, me he visto en la obligación de utilizar el verbo ‘deber’ en subjuntivo, pues mucho me temo, que las actuaciones del Gobierno de coalición han distado mucho de parecerse a las conductas de equipo que Goffman traslada en su ensayo. Esta hipótesis, que de por sí no tendría por qué tener un componente valorativo, sin embargo, creo que es perniciosa para el funcionamiento del Estado de derecho y de la democracia y me parece importante recabar en ella ahora que se acerca el momento de aprobar los PGE del próximo año y que los partidos políticos se ponen en modo electoral(ista).
Para arrojar luz sobre esta idea, es preciso pasar de las musas al teatro y acudir a una de las últimas polémicas desatadas dentro del Ejecutivo (una de tantas). Me refiero a la polémica en torno al caso Pegasus que enfrentó hace unos meses a varios miembros del Gobierno, concretamente a la ministra de defensa Margarita Robles que intervino justificando la actuación del CNI en la escucha judicialmente autorizada a líderes independentistas, frente a otros miembros del Ejecutivo todos ellos pertenecientes a la formación Unidas Podemos. Sería pertinente desarrollar profusamente la postura de cada miembro del Gobierno, de cada formación de la coalición, así como el desarrollo de los acontecimientos pero no quisiera hacer tedioso un artículo ya de por sí largo, les hago saber que la prensa recogió esta cuestión con bastante detenimiento y rigor.
En un tema de tanta gravedad para el funcionamiento de la democracia que afecta a una sus instituciones fundamentales como es el CNI, así como el resto de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, se espera que el Gobierno responda de manera unánime en una u otra dirección. Se espera que se tomen responsabilidades, si es que las hubiere. Se esperan explicaciones dentro de los límites de lo que la razón de Estado pueda permitir. En definitiva, se espera seriedad de un Gobierno a la altura de las circunstancias. Lo que no se espera, desde luego, es un sainete receloso cuyos participantes sólo buscan rédito electoral y foco mediático.
Comencemos, pues, con las nada amables palabras que un miembro del Congreso de los Diputados por Unidas Podemos, Pedro Honrubia, le dedicó a Margarita Robles tras sus declaraciones en el Senado:
En este mensaje difundido en su cuenta de Twitter y accesible a cualquier ciudadano, no solamente el diputado emplea palabras malsonantes y poco acordes a su cargo institucional como pudiera ser puta vergüenza (en mi modesta opinión, si no es usted Labordeta, mejor ahórrenos las palabras malsonantes y términos de mal gusto), sino lo que es más grave es la insinuación más o menos velada de un pasado nada ejemplificante de la ministra de Defensa, quién sabe si ilegal, asociado a las cloacas del Estado. A qué se refiere o en qué está pensando, nada dice, sin embargo, ahí quedan sus palabras gravitando por el ilimitado espacio de internet.
Si bien creo que el lector fácilmente puede advertir en tales declaraciones un tono del todo censurable para un cargo político, más aún cuando se refiere a un miembro del Gobierno del que su partido es socio, muy bien podríamos objetar que Honrubia, como cualquier otro miembro de segunda fila de la formación morada, se ha dejado llevar por la virulencia de una plataforma social como Twitter y ver en este disonante discurso una manera explosiva de llamar la atención y generar reacciones entre sus seguidores. Las dinámicas de las redes sociales son monstruosas.
Ante tal posible objeción, me vi obligada a seguir indagando y rescatar las declaraciones tanto en sede parlamentaria como en Twitter que hizo el portavoz del partido al que nos referimos. Pablo Echenique, poco dado a los juicios ponderados y al más mínimo respeto institucional, tampoco se mostró nada cooperante en este curioso equipo que supuestamente debieran formar Unidas podemos y el PSOE.
En este caso, sus palabras van tanto contra los magistrados del Supremo, institución a la que miembros destacados de Unidas Podemos no han dudado en señalar públicamente en contadas ocasiones contribuyendo de esta manera a proyectar una imagen retrógrada y coercitiva de dicha institución, así como directamente a Margarita Robles, en el ojo de mira desde hace tiempo. Ciertamente, referirse a la comparecencia de una ministra puntualizando que su actitud es chula, desde luego no invita a pensar que hay buena armonía en el seno del Gobierno, pero lo que es más asombroso es que se insista en exhibir dichas discrepancias como si de un espectáculo circense se tratara, esperando el aplauso acérrimo entre sus filas y aguardando la respuesta afilada de sus contrincantes.
En el segundo de los mensajes que extraemos de esta publicación en la plataforma social y que hace referencia a la misma comparecencia, el portavoz de Unidas Podemos tilda de grave una intervención con la que Margarita Robles estaría justificando prácticas irregulares y, quizá, ilegales.
La segunda intervención del señor Echenique, esta vez en sede parlamentaria, puede atisbarse en el siguiente vídeo[9], de ella simplemente destacaremos la petición de responsabilidades a un Gobierno del que, insistimos porque aquí está la clave del asunto, dicho partido forma parte. Desde luego, este está resultando el contraejemplo perfecto de los simples, obvios y clarividentes apuntes que nos da Goffman sobre la interacción de los equipos en la vida cotidiana.
Aún pudiera objetarse que Pablo Echenique, si bien un líder fundamental de la formación morada y portavoz de la misma en el Parlamento, no forma parte efectivamente del Consejo de Ministros, y que quizá la línea que delimita el equipo debiera circunscribirse únicamente a quienes ostentan una cartera ministerial. Si bien no estoy de acuerdo, acepto el desafío. Por ello mismo, creo pertinente traer a colación algunas declaraciones de la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, secretaria general de Unidas Podemos, que realizó en el Consejo Ciudadano de su partido. Ante los allí congregados no se anduvo con medias tintas y, sin citar directamente a la susodicha, todo parece indicar que se refería a Margarita Robles cuando profirió estas palabras:
Es una cuestión de higiene democrática básica que se asuman las responsabilidades políticas necesarias. No se puede esperar más.
Cuando la señora ministra habla de responsabilidades políticas, lo hace en la línea de sus compañeros y, dado que Margarita Robles ya había comparecido públicamente y explicado las razones que llevaron al CNI a realizar tales escuchas, todo parece indicar que Unidas Podemos no estaba satisfecha y que responsabilidades políticas es una manera más o menos explícita de exigir la dimisión de la ministra de Defensa.
Por otro lado, permítanme que llame la atención sobre el apelativo higiene democrática, siempre me ha parecido del todo desacertado conjugar medidas sanitarias e higiénicas y la decencia política. Aunque la metáfora tiene una carga simbólica muy potente, me recuerda lo peor de la política en el pasado. Además, con tal sugerencia se da a entender que, si no se cumpliesen las peticiones que se manifiestan en estas declaraciones, entonces nuestra democracia no sería plena y estaría marcada y manchada por un núcleo corrupto lo cual la deslegitimaría per se.
¡Por favor, bajen el telón!
Releo con cierta cautela las páginas de Goffman a la luz de los acontecimientos y siguiendo su método dramatúrgico, me atrevería a decir que nos encontramos ante una tragicomedia con personajes planos y macabro final. Lo calificaría de ópera bufa simplemente, si no fuéramos tantos los perjudicados y tan valioso lo que se está perdiendo por estas nuevas formas de comunicación y de entender la política (un vocablo cada vez más desvirtuado).
Desde luego, la confianza, la familiaridad y la unanimidad brillan por su ausencia. Los desaires son públicos, cuando no publicados, y se dirigen a todos nosotros. Hacen campaña a nuestra costa, a costa de las instituciones, de los últimos resortes comunitarios que nos unen con lazos sólidos. No todo lo institucional es bueno per se, no me malinterpreten, pero sólo dentro de los límites de lo institucional y del Estado se ha erigido una sociedad de ciudadanos con derechos y deberes. Perder este único horizonte de sentido que nos queda por la ineptitud y mala educación de los adanistas que, creyéndose sin ombligo no dejan, paradójicamente, de hacer girar toda la sociedad en torno a él, tiene mucho de trágico y algo de humor negro.
En este artículo me he referido directamente a la formación Unidas Podemos porque es de las que más flagrantemente arremete con esta sarta de improperios a “su propio equipo”, pero lo que quisiera señalar va más allá en la dirección de una deriva populista que aqueja a todas las formaciones del espectro político. Hoy día es muy difícil, por no decir imposible, encontrar un líder político fuera y dentro del ámbito nacional capaz de comprender las reglas básicas de una actuación apropiada a su cargo y condición. Lo mismo cabría decir con respecto a las actuaciones de equipo. Y con esto me estoy refiriendo a aquéllos que presumen en los carteles y ostentan cargos de relevancia política (sobre todo mediática), en absoluto cabe meter en el mismo cajón a políticos todavía comprometidos pero que, en virtud de la ley de las oligarquías, o bien quedan en un segundo plano, o bien exhaustos acaban renunciando a su labor política y vuelven a sus quehaceres cotidianos y privados.
Muchos de los argumentos que se esgrimen para quitarle hierro al asunto pasan por afirmar que efectivamente nos encontramos ante el primer Gobierno de coalición de nuestra joven democracia y que son normales las discrepancias entre formaciones de culturas políticas tan diferentes. Tampoco se privan de señalar el supuesto origen asambleario de Podemos. No obstante, Goffman no niega que en el seno de los equipos haya discrepancias. ¿Cómo no va a haberlas? ¿Cómo no van a ver enfrentamientos y discusiones entre los empleados del hotel de Shetland, entre un matrimonio que tiene que decidir sobre el día a día del hogar, entre un equipo de médicos que diagnostica y lleva el tratamiento de un paciente? Claro que las hay, es la trama que articula el seno de los equipos. Sin embargo, Goffman es claro al respecto y sostiene que, en aras de la representación y de la legitimidad de la actuación, tales roces en la manera de conducirse deben ser resueltos de puertas hacia adentro, si es que realmente se pretende salvaguardar lo importante, la actuación. Si es que de verdad nos encontramos ante un equipo.
Y, he aquí la cuestión, todo me lleva a sospechar que no nos encontramos ante un Gobierno de coalición, de que lo que tenemos delante no es un equipo, al menos no en los términos en los que lo entiende Goffman. Sólo así puedo comprender esta serie de actitudes y de provocaciones que dinamitan las relaciones entre los miembros de un único Gobierno minando con desparpajo la credibilidad del mismo. Utilizar las carteras ministeriales como trampolín electoral, lo mismo que la presidencia, es algo perfectamente comprensible y perfectamente criticable. Sin embargo, soy de las que piensa que no debiera importar el futuro de un u otro ministro, de un u otro presidente, sino el futuro del país, del Estado, de la Nación, de España. Y ya me conformaría con decir que lo importante ya no sólo su futuro, sino su presente porque tal nefasta actuación nos lleva a algunos incluso a dudar de la estabilidad de este país en los próximos años.
Me gustaría estar equivocada, y ojalá lo esté, y poder afirmar que estamos ante un Gobierno de coalición cuya preocupación es la vida de los españoles. Si ese fuera el caso, asumiendo que la puerta que separa el escenario del backstage es un elemento fundamental de un equipo, me gustaría pedirles un favor, sobre todo ahora que tenemos en ciernes un año electoral: zanjen sus desencuentros en privado y, si puede ser, cierren la puerta, en ciertas ocasiones el hedor a populismo demagógico y electoralismo ramplón llega a ser insoportable. Muchas gracias.
[1] Cabe tener en cuenta que, al hablar de actuación, Goffman se refiere a toda actividad de un individuo que tiene lugar durante un periodo señalado por su presencia continua ante un conjunto particular de observadores y posee cierta influencia sobre ellos. Toda nuestra actividad es, a fin de cuentas, una actuación.
[2] Goffman, E. (2013). La presentación de la persona en la vida cotidiana. Amorrortu, p. 95.
[3] Ibid. p. 99.
[4] Ibid. p. 104.
[5] Ibid. p. 106.
[6] Ibid. p. 108.
[7] Ibid. pp. 130 y 131.
[8] Ibid. p. 134.
[9] https://www.youtube.com/watch?v=yBle2crVyOU
2 comentarios en “Jornada de puertas abiertas para arrancar la campaña electoral. Apuntes sociológicos sobre el gobierno de ¿coalición?”
La clave de todo lo dicho está en el mismo artículo resaltada: «lo apropiado sería escoger, si es posible, a miembros del equipo en los que se pueda confiar».
Hace tiempo que en este país ha quedado claro que pocos o ninguno de los representantes políticos es digno de confianza: priman su beneficio frente al beneficio del representado, lo cual puede considerarse una traición.
Sin embargo, también pienso que muchas veces sí representan la sociedad tal y como es. Cada vez más, el individualismo lleva a las personas a adoptar este tipo de conductas y a ser peores compañeros de equipo. La resistencia cada vez es más pequeña.
Muchas gracias
Muchas gracias por leer y comentar. Realmente muchas noticias desalientan a quienes entendemos de un modo más o menos idealista que la política debiera guiarse por otras dinámicas, no obstante, creo que son los más los políticos que, alejados del foco mediático, se dedican a lo importante y tratan de poner el acento en la ciudadanía. Desgraciadamente, no es lo que se ve y, además, la ley de hierro de la oligarquía no juega a nuestro favor. Un abrazo y sapere aude!