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La chaqueta progresista: el traje de gala del Babel parlamentario

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¿En qué lengua habla el progreso?

Bueno, pues parece ser que en el Parlamento se escucharán las lenguas cooficiales de nuestra tierra, ese lugar donde se reflexiona sobre lo que nos une, donde se busca la solidaridad entre todos los territorios que componen nuestro país. El Parlamento que supuestamente es la casa de la palabra y del entendimiento, el Palacio de la cordura y la racionalidad, va a convertirse en una compleja imagen babilónica donde se exponen términos incomprensibles para la mayoría en un acto de reivindicación de la diversidad. ¡Viva el progreso!

Permítanme explicarme, no malinterpreten mis palabras, me coloco la chaqueta progresista sin titubear, y con satisfacción celebro el hecho de que el euskera, el gallego y el catalán iluminen el templo de la soberanía nacional, esperando ansiosamente que se unan pronto otras lenguas, como el bable, el andalûh, el asturiano, el aranés, el aragonés e incluso el euskera alavés, suletino, guipuzcoano intermedio, el catalán pallarès, el valenciano apitxat, el menorquín o el capcinès. Porque, ¿no es eso de lo que se trata? Para ser verdaderamente progresista, inclusivo y moderno, debemos abrazar lo que nos hace «únicos» (si es que algo así pudiera existir), lo que nos distingue y nos hace diferentes. En el mundo de lo igual uno tiene un acento más grave, otro una sensibilidad diferente y un tercero una visión más pausada. En el mundo de lo mismo hay que destacar, ser diferente, bizarro, original, creativo. ¡Dios mío, me digo a mí misma, con la extravagante bendición de ser el número uno de lo común y corriente, con la deliciosa relajación que implica ser un entusiasta del anonimato! Ser uno más, ¿no es eso en lo que consiste ser ciudadano? Sin mayores pretensiones (ni menores).

Ante este espectáculo de la diversidad creo que es fundamental que el cómo se dice no nos impida ver lo que se dice y por eso no puedo evitar preguntarme dónde queda el progresismo que encarna Puigdemont al reclamar los eventos de octubre de 2017 como actos heroicos. A pesar de haber privado de sus derechos a otros representantes políticos en el Parlament y de haber hecho la vida insufrible a quienes no se han sumado a su causa independentista, Puigdemont desafía con orgullo y en un perfecto catalán todo lo sólido que hemos construido entre todos. Y no podemos olvidar a Urkullu, que también hace gala de su progresismo al pedir un mayor autogobierno, esta vez expresándose en castellano para evitar malentendidos en La Moncloa sobre sus exigencias (disculpen, quise decir «peticiones»).

 

Las voces silenciadas

Si Redondo hubiera sabido que escribir sus opiniones en euskera, catalán o gallego le hubiera librado la expulsión, tal vez ahora no sería ese español que desafina en el coro de Babel. Es una lástima que en Extremadura no cuenten con su propio idioma para unirse a este orfeón políglota y lograr que el AVE haga su tierra más habitable. Es triste saber que los más vulnerables carecen de un dialecto propio para exigir una revisión de los precios de la cesta de la compra, una cesta que ya no pueden costear. Me entristece pensar que los profesionales de la salud y del sistema judicial de nuestro país no han logrado oficializar una lengua en la que demandar más recursos, financiamiento y respeto por parte de nuestros representantes públicos. Es lamentable que las dificultades de los españoles de a pie se expresen en un castellano perfecto y que, por eso mismo, a menudo caigan en oídos sordos y se desvanezcan en el tiempo. Y es una verdadera pena que el calor me obligue a quitarme la chaqueta progresista para ir a comprar unos pinganillos, quizá ése sea el secreto para entender en qué demonios piensan nuestros representantes, esos mismos que pretenden hacernos creer que la diferencia es más progresista que lo común.

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2 comentarios en “La chaqueta progresista: el traje de gala del Babel parlamentario”

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