La Reina de Corazones corre descabezada a ninguna parte. Nos colamos en la fiesta de ‘no cumpleaños’ de Sumar.

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El pensamiento Alicia y la Reina de Corazones

Cuando en su obra de finales de 2006, Zapatero y el pensamiento Alicia, Gustavo Bueno, filósofo español amado y denostado a partes iguales, caracterizaba al presidente José Luis Rodríguez Zapatero como imbuido de lo que bautizó como el pensamiento Alicia, no debió sospechar que dieciséis años después el pódium le sería arrebatado sin remilgos por quien, siguiendo la referencia al relato de Carroll, podríamos llamar la Reina de Corazones. Efectivamente, me refiero a Yolanda Díaz.

Primero, creo que sería conveniente aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de pensamiento Alicia, aunque cualquiera que haya leído la obra puede avanzar que tal epíteto hace referencia a una ingenuidad edulcorada y poco realista. No obstante, conviene precisar bien los términos para saber en qué terreno nos movemos, teniendo bien presente que referirnos a una obra de ficción, más aún una obra aparentemente infantil, no le resta un ápice de rigor, interés o seriedad a esta caracterización. De hecho, a mi entender, parece que vivamos en una competición por ver quién lleva más lejos el pensamiento Alicia cuyos albores nos retrotraerían al krausismo y su influencia en el socialismo español.

Sea como fuere, estas líneas creo que condensan muy bien el núcleo de lo que quisiera exponerles:

 

El pensamiento simplista que caracteriza al Pensamiento Alicia concuerda (…) con una actitud optimista, angelical (sincera o fingida), que propende a confiar en que todo sucederá para bien o para mejor, o acaso en no desconfiar (al menos en público) en que algo pueda suceder para mal o para peor; aborrece el catastrofismo, el “sentimiento trágico de la vida”, cualquier tipo de visión apocalíptica. El pensamiento Alicia mantiene una sonrisa permanente, que no llega a ser postiza del todo (lo que la haría más interesante), sino que, y esto es lo peor, tiene mucho de sincera, y no tanto porque se ajusta a un pensamiento interior sonriente, cuanto porque este “pensamiento interior” se ha ajustado a la sonrisa.

(Pelayo García Sierra).

 

En el interior de la Madriguera

Quedémonos con estas palabras del Diccionario Filosófico de Pelayo García Sierra y adentrémonos por un instante en la Madriguera que nos llevará al País de las Maravillas que, en este caso, se ubica en el Matadero de Madrid[1].

El 8 de julio de este año, la Reina de Corazones nos congregó a todos, y no fueron pocos los que acudieron a su llamada desafiando a un sol que no daba tregua. Hacía ya tiempo que la ministra de Trabajo había estado anunciando y aplazando lo que sería un “periodo de escucha” que la llevaría a recorrer el territorio español para, de las conclusiones extraídas después de hablar con la ciudadanía, quizá conformar una plataforma electoral con la que presentarse en las próximas elecciones generales. Por fin ese proyecto se materializaba, aunque quizá “materializar” no sea el verbo apropiado para lo que ocurrió en el Matadero aquella tarde. Sólo sabemos que había expectación y, a mi parecer, tanta expectación trajo como dejó tras de sí el encuentro.

Ya sea en directo o retrasmitido, a lo que asistimos aquella tarde fue a la vacuidad puesta en escena. Nada que achacar a la Reina de Corazones que desde el primer momento dejó claro que no había nada que presentar aquel 8 de julio ya que era el pistoletazo de salida para lo que vendría después. Efectivamente, materializar no se materializó nada. Podríamos decir que asistimos a un “no cumpleaños”, o a un “no nacimiento”. Algo muy propio del País de las Maravillas donde lo inimaginable toma la apariencia más insospechada.

Con todo, si me permiten, me gustaría traerles algunos extractos del discurso de Díaz que creo que no tienen desperdicio a la luz de lo dicho respecto del pensamiento Alicia:

 

Esto no va de siglas. Va de querernos. Necesitamos cariño y ternura.

Ya está bien que hablen los de siempre. En Sumar cabe todo el mundo con dos condiciones: una enorme generosidad y enormes dosis de ternura. Como en la vida, como en la cosa pública, no se puede hacer nada sin ternura.

No se puede construir desde el no cariño.

No queremos distopías. Queremos ser felices.

 

No he traído estos fragmentos a colación para hacer chanza sobre afirmaciones que cabría tener muy presentes pues reflejan el estado de la cuestión. Para una parte nada desdeñable de la clase dirigente la comunicación con una alta carga emocional rayando la cursilería es la punta de lanza para acoger el máximo número de demandas ciudadanas. Desde que los estudios demostraron que efectivamente las decisiones políticas se fundan principalmente en la emoción y son muy poco dadas a la reflexividad y al razonamiento, la comunicación ha ido ganando protagonismo y la “manipulación” de las emociones parece ser el buque insignia de todos y cada uno de los partidos políticos. No es un síntoma de imbecilidad por parte de Díaz, sino de su manera de manejarse en el discurso político y ganar los “corazones” de los votantes.

Si volvemos al pensamiento Alicia vemos que en la definición se habla de simplismo, de una actitud optimista y angelical. Una confianza desmesurada en el futuro que siempre ha de ir a mejor, un rechazo obsesivo de todo tipo de pronóstico negativo respecto al porvenir. Por su parte, estos fragmentos del discurso que evidentemente son los más llamativos, refieren al cariño, la ternura, la generosidad, rechaza las distopías y habla del deseo de felicidad, ese mismo deseo que se plasma en la Declaración de Independencia de Estados Unidos. La pregunta es más que perentoria: ¿se creerá Díaz sus propias palabras?

He de confesarles que mi intención inicial era presentarles las partes más relevantes de su discurso y extraer algunas de las claves para introducir de una manera más o menos rigurosa, desde luego con fallas y torpeza, un bisturí que nos permitiera atisbar qué clase de propuesta nos presenta Yolanda Díaz. Sin embargo, imposible es introducir el utillaje analítico sobre una bruma inconsistente. En lugar de coherencia programática me encontré con abrazos, sonrisas y un sinfín de corazones ardientes en busca de felicidad. Quizá la reacción natural habría sido una risotada o una sorpresa, pero no fue el caso, me sobrevino la preocupación.

 

Yo también caí en el pensamiento Alicia

Gustavo Bueno se refirió a José Luis Rodríguez Zapatero como un instigador del pensamiento Alicia, como aquel que lo llevó a sus últimos estertores rozando el optimismo ilustrado encarnado en el pensamiento kantiano. Creo que se queda corto en lo que al fenómeno Sumar respecta. Quizá Zapatero pudo permitirse el lujo de jugar a este macabro juego del País de las Maravillas cuando el escenario internacional le era propicio, pero, cuando la fiesta hubo terminado, tuvo que regresar al mundo adulto. Hoy no estamos en el momento más apropiado para seguir removiendo emociones que han sido traicionadas una y otra y otra vez. Y aquí peco yo de haber sido imbuida de pensamiento Alicia al creer que era el momento de volver a introducir algo de racionalidad en el debate público, de trasladar a la ciudadanía el estado real de las cosas y, sobre todo, de presentar un proyecto adecuado a las circunstancias.

No hay nada. Hay cariño, no lo dudo, hay ternura, no tengo por qué negarlo, supongo que generosidad, doy por hecho que ansias de felicidad, colores, confeti y purpurina, pero todos estos sentimientos, si bien pueden ser compartidos en la plaza pública (desde la razón), son sentimientos privados, sentimientos que nos pertenecen a cada uno sobre los que no se puede construir lo común. Los proyectos políticos sostenidos sobre sentimientos en el mejor de los casos llevan al desastre, en el peor a los momentos más funestos de nuestra historia. Sobre la razonabilidad y el debate público fundado en argumentos se construye lo sólido[2].

 

Cuando sea nuestro sí cumpleaños, tendremos que crecer

El 8 de julio se celebró un “no cumpleaños” con el que se inicia una carrera que parece que, con suerte, nos dejará en el mismo sitio. Y digo “con suerte” porque temo que tengamos que revivir algunas de las consecuencias que puede traer consigo el pensamiento Alicia cuando choca con el ‘principio de realidad’:

 

La simplificación de las cosas conduce en realidad a Alicia a una situación tal que le impide entender los mecanismos más elementales; en el momento en el que Alicia comienza a entrar en estos mecanismos, pero sigue defendiendo sus ideales simplistas, pierde la inocencia, y ésta empieza a ser sustituida por una falsa conciencia, lindante con el cinismo y con la mala fe.

(Pelayo García Sierra).

 

Antes preguntaba si Díaz cree sus propias palabras cargadas de optimismo. Si fuera el caso, no tengo porqué dudarlo, ¿qué ocurrirá cuando llegue el frío y no podamos encender la calefacción por su precio prohibitivo? ¿Qué cariño, ternura y generosidad amparará al padre de familia cuando le llegue su carta de despido o a la Kelly cuando la lumbalgia le impida trabajar más? ¿Al muchacho que pedalea para entregar un pedido a tiempo y no ser descalificado por la plataforma digital para la que trabaja le queda tiempo para pensar si quiera en ser feliz? Seguramente el ministerio que dirige la Reina de Corazones sea precisamente aquel que más haya hecho por estas personas, pero no ha sido a golpe de abrazos y ternura, tampoco a golpe de bayoneta, ha sido con tesón, trabajo y racionalidad. Ha sido sentándose con organizaciones con intereses contrapuestos, debatiendo y argumentando, compensando y negociando. Los discursos emperifollados de purpurina nos llevan a una nebulosa etérea que muy fácilmente puede acabar en mala fe. La realidad es tozuda y siento auténtico pavor cuando un político sube al escenario a vender dosis de felicidad al mejor postor.

 

¿Hacia dónde corre la Reina de Corazones?

Hay un fragmento del bellísimo libro de Carroll en el que la Reina Roja coge a Alicia de la mano y ambas rompen a correr,

 

—Pero ¿cómo? ¡Si parece que hemos estado bajo este árbol todo el tiempo! ¡Todo está igual que antes!

­­­ —¡Pues claro que sí! —convino la Reina—. Y ¿cómo si no?

—Bueno, lo que es en mi país —aclaró Alicia, jadeando aún bastante—, cuando se corre tan rápido y durante tanto tiempo, se suele llegar a alguna otra parte…

—¡Un país bastante “lento” el tuyo! —replicó la Reina—. Aquí, es preciso correr mucho para permanecer en el mismo lugar y para llegar a otro hay que correr el doble más rápido.

(Lewis Carroll).

 

Y creo que un poco de esto fue la fiesta de “no cumpleaños” a la que todos fuimos invitados y que tantas miradas atrajo. No creo que lo que (no) se presentara en el Matadero fuera un resurgir de las izquierdas, un proyecto vanguardista y novedoso, mucho menos un comunismo desenfadado que nos dejará con racionamiento de comida y otros víveres. Muy en línea con la vertiente errejonista que, siguiendo a Laclau, evitaba emplear las categorías ‘izquierda/derecha’ para apelar a la transversalidad, Díaz se resiste a definirse porque es de indefinición de lo que se trata, de sentimientos difusos sin un proyecto respecto del Estado.

Ahora bien, en su recorrido se topa con una bifurcación: por un lado, puede tratar de rescatar del pasado aquel Estado del Bienestar que algunos creían sempiterno y poco a poco reconstituir derechos y libertades que han sido conculcados por diversas escusas (disculpen, quise decir ‘motivos’). También tiene otra opción que es la de seguir celebrando ‘no cumpleaños’, sumergiéndose en discursos vacuos que apelan a una multiplicidad de identidades cada vez más variopintas con ternura, amor, cariño y corazones de todos los colores imaginables.

Sea como fuere, guárdense bien las espaldas, se vienen tiempos difíciles y no es momento de dejarse llevar por cantos de sirena que alumbran maravillas por venir. No es oportuno ser agorero, pero mucho menos caer en una Madriguera de la que Dios sabe si podremos salir y de qué manera. “Programa, programa, programa” decía Anguita, precisamente lo que faltó en Matadero el 8 de julio.

En el cuento de Lewis Carroll, la Reina de Corazones ordena el degollamiento de aquel que no cumple con sus órdenes, pero, la realidad suele sorprendernos con un giro de guion inesperado y es que es al discurso que envuelve a nuestra particular Reina de Corazones al que le hace falta cabeza. Y, por si fuera poco, anda el acecho otro personaje: el rompecorazones. Me refiero al presidente del Gobierno que, ante el batacazo de su partido en las elecciones andaluzas y unas encuestas que no le son nada favorables, mira a Díaz con recelo. Tal y como dejó claro en el debate sobre el estado de la Nación, no dejará a la ministra de Trabajo más espacio que el necesario para sus propósitos. Desde luego, no permitirá que la sonrisa permanente de Díaz (fingida o no) empañe la suya.

A menos de un año de las próximas elecciones y en un contexto económico más que complicado me parece que hemos de ser cautelosos y observar con detenimiento cada movimiento. A la espera de lo que esté por venir, sólo me queda mandarles un saludo y desearles un “feliz no cumpleaños”.

 

 

[1] No puedo resistirme a indicar cuán sugerente me parece  el nombre del recinto que acogió en su seno la presentación de lo que ha sido considerado como el “renacer de las izquierdas”.

[2] Una razonabilidad que incluye lo emocional, por supuesto, no coincido con aquellos que sostienen que las emociones y pasiones son fuerzas que quedan más allá de la razón. No creo en el dualismo antropológico.

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