Llorando a destiempo: el lamento tardío por Argentina

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¿Quién llora por ti, Argentina? Las lágrimas caen tarde, brotan desconsoladas demasiado tarde. En épocas en las que la inflación ascendía como una sombra amenazante, el pan escaseaba y el futuro se vislumbraba como una sucesión de miserias en el horizonte, las lágrimas no surgieron. Engañados por la ilusión de una tierra de oportunidades, nos negamos a enfrentar la realidad que exigía lágrimas. Hoy es tarde, demasiado tarde.

Gobernaban los “propios” y nada podía decirse en contra suyo. «No hay pesos, no hay suficientes pesos para comprar», «no tenemos plata». Ayudas para el transporte, ayudas para estudiar, ayudas para subsistir. Ayudas, ayudas, ayudas… No hubo lágrimas cuando debería haberlas habido. No hubo soluciones cuando se exigía pensar más allá, cuando imperaba dar respuesta a los interrogantes disimulados. No serán capaces de dar el mando a un «loco» como aquél, a un “libertario” que dejará al Estado en carne viva, que blasona de hablar con su perro muerto. No se atreverán a tal evidente afrenta al sentido común, e igual que se atrevieron con Trump, con Orbán, con Meloni, con Wilders, lo hacen con Milei. Porque hay hambre, porque hay miseria. Porque preferisteis el corporativismo a dar la batalla. Porque optasteis por no llorar cuando tocaba.

Ahora, osáis derramar lágrimas por aquellos que, sin otra opción aparente, votaron por el extravagante de la motosierra. ¿Cómo os atrevéis a llorar ahora, cuando los dejasteis solos en la intemperie, cuando las promesas incumplidas fueron el pan amargo que comieron, un festín de ilusiones rotas? En este escenario, todos, sin excepción, tenemos mucho que reflexionar, mucho por lo que arrepentirnos.

Argentina, esa tierra hermosa, que vio nacer la mano de Dios. Tierra de ganado, sudor, trabajo y riqueza. Soñaron con un futuro mejor y dieron tiempo al tiempo, pero mientras aguardaban, la desesperación se apoderó de aquellos a quienes dejamos desamparados y en este trágico compás, surgió ese personaje fantasmagórico, una amalgama entre lo cómico y lo funesto, que emergió de las pantallas de televisión para alterar el curso de la historia. Un personaje que fue hinchado con dólares porque, no lo olvidemos, Argentina es un goloso trofeo que se rifan más allá de sus fronteras.

Llorad, sí, llorad; pero que estas lágrimas se mezclen con el pesar de la responsabilidad, añorad como cobardes lo que no supisteis o no quisisteis defender con coraje en el pasado. La historia llora con vosotros, y ojalá que cada lágrima caída sea una semilla de reflexión y una llamada a la acción. ¿Quién llora por ti, Argentina? Sí, lo confieso, yo lloro por ti a destiempo y deshora. Lo siento, querida mía. “Mi alma está contigo. Mi vida entera te la dedico. No te alejes, te necesito”.

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