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Me dirijo a cualquiera: «You’ll never walk alone». 

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            Comienzo dirigiéndome a usted con una somera disculpa, no le conozco y me atrevo a escribirle, no le he visto y sin embargo le hablo. Tampoco debiera extrañar a ninguno esta paradójica descortesía de quien emite un mensaje al mundo desconocido fingiendo saber algo acerca de la vida o de la existencia, al fin y al cabo, todos somos cualquiera, un sin nombre numerado minuciosamente en documentos identificativos que apenas nos representan y en fichas catalogadas que nada dicen de nosotros. Al fin y al cabo, todos compartimos miserias y amores, pasado y recuerdos, anhelos y futuro. Quién sabe, tal vez esta grosería de dirigir mis palabras a un sin cara que acompaña a Chihiro en su viaje, sea un simple acto de humanidad.

            Últimamente se habla mucho de enfermedades mentales y de cómo se incrementa la lista de sin nombre que padecen depresión y estrés. Unos se debaten en reflejar los datos rudos y ásperos, otros prefieren dar espacio a hilos de voz que cuentan sus vivencias con pesadumbre. La palma, por monstruosas, se la ha llevado las declaraciones del adalid de la psicología positiva, Rafael Santandreu, que iba a ser fichado por RTVE para este mes de agosto: «la depresión, por ejemplo, te la provocas tú con tu diálogo interno, aunque no te des cuenta. Cuesta mucho deprimirse: solo si te esfuerzas mucho lo conseguirás»[1]. Me ahorraré los comentarios hacia alguien que afirma que a Hitler habría que mandarle amor porque, pese a su locura, su potencial era ilimitado (menos mal que Churchill y el Ejército Rojo no fueron de su parecer). 

            Me alejo de los noticiarios que recogen cifras y de los programas que dan paso a testimonios y continúo mi mensaje a otro cualquiera. No soy quién para que me escuche, no soy profesional de la medicina ni de la psicología, no sé qué misterios llevan a que el alma enferme, no lo sé, pero me he armado de valor para decirle algo. No le conozco, no sé quién es usted, no me atrevería a juzgar el peso de su carga ni la profundidad de su sufrimiento, pero no está solo. Eso quería decirle, si me permite el atrevimiento. No camina usted solo. No importa lo que pueda suceder, cuántos infortunios puedan venir, jamás le dejaremos en el arrollo. Quizá no pueda percibirlo, quizá la vida le parezca un sinfín de absurdos que se repiten sin orden ni compás y quizá lo sea, no lo sé. Sea como fuere, me gustaría que supiese que, en una parte del mundo, por un instante, alguien pensó en usted y le deseó poder enfrentarse a los fantasmas que asolan el mundo, su mundo, quiso que un día pudiese levantarse de la cama y decir “basta”, “hasta aquí”, “ya no más”.

            Pongo énfasis en el verbo poder con toda la intencionalidad. Me parece que Santandreu confunde la voluntad con la posibilidad. Y al hacerlo juzga a quienes seguramente puedan darle mil y una lecciones de humanidad y prudencia. No creo que alguien desee sufrir gratuitamente y ver que los acontecimientos transcurren a su alrededor sin poder tomar parte en ellos, como si de un ente fantasmagórico se tratara. Me parece inverosímil que un ser humano escoja dejar de ver el fulgor de una existencia que siempre pasa rápido, pero deja la estela de placeres ocultos por desentrañar. No creo que alguien elija voluntariamente desconectarse de la posibilidad de vivir con un mínimo de dicha y sencillez. Por eso pongo énfasis en el verbo poder. «Si quieres, puedes» es tan miserable y falso que no se me ocurriría decírselo a usted, a un cualquiera. Ni siquiera me atrevería a pensarlo.

            Termino esta breve declaración. Sé que no añade nada, sé que no soluciona nada y lo lamento. Quizá sólo sea un intento egoísta de paliar mi alma encogida por los sin nombre. En cualquier caso, aquí está, por si a alguien sirve. Por si algo hace. No está usted sólo. La infelicidad sentida como la muerte del alma es una enfermedad. No se preocupe, no se angustie, todo irá bien. Haremos lo posible para que todo vaya bien. Como dirían los hinchas del Liverpool: «You’ll never walk alone». Gracias y disculpe la indiscreción.


[1] https://www.elmundo.es/television/2021/08/07/610e71e521efa0930e8b45d0.html

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6 comentarios en “Me dirijo a <em>cualquiera</em>: «<em>You’ll never walk alone</em>». ”

  1. Pues pues para que usted vea, he aquí un perfecto extraño comentando sus comentarios acerca de lo que parecería algo muy extraño, es decir escribirle una carta a un perfecto extraño que pudiera necesitar o no, descargar con un extraño, algún vericueto incomodo de su vida. Fijase que no es mi caso, pero su extraña carta, me confirmó lo afortunado que soy y lo agradecido que debería estar con mi vida, mi familia, mi profesión , etc. Ya no soy una persona joven; mis trabajos y mis profesiones me permitieron dar un buen pasar a mis hijas y sobre todo, haberles ayudado también, a alcanzar excelentes profesiones para caminar solas en la vida juto a sus hermosas familias. Pues es cierto lo que corea ese equipo de fútbol inglés: «I never walked alone…» , y déjeme añadir algo más: «…God was always by my side…» Que tenga un inigualable dia.

  2. Poco más que añadir que gracias por la sensatez en sus palabras, y gracias por la valentía de compartir su opinión con otra extraña más.
    Zenbat buru hainbat aburu.

  3. Cuanta verborrea alrededor de una frase sacada de contexto a más no poder.
    Por qué el autor no menciona que Rafael se estaba refiriendo a las depresiones exógenas? Por qué no menciona que, dentro de las exógenas, se refiere a las que no están causadas por sucesos traumáticos?
    La muerte de un familiar o conocido, una mudanza, una separación, todas estas situaciones producen tristeza y pueden provocar una depresión. Pero con el tiempo esa tristeza se desvanece.
    En el caso de que persista la depresión, posiblemente sea causada por una acción o pensamiento «autoinfligido». A este tipo de depresión se refiere Rafael cuando dice que nos la provocamos nosotros mismos.

  4. Buenos días, en primer lugar, gracias por leer el artículo y comentar. No, no he querido confrontar directamente con las palabras de Santandreu, la razón es sencilla no comparto sus premisas, no estoy de acuerdo con su visión antropológica del ser humano así como tampoco de la psicología. De ser como él expone, habríamos de suponer que el ser humano se reduce sus pensamientos, creencias incluso emociones, ya sean exógenas o endógenas. No creo que sea el caso. Obviamente, las creencias pueden estar a la base de muchas enfermedades mentales, pero el cambio de esas creencias no nace de la voluntariedad del enfermo. De todos modos, este mensaje no va para Santandreu va dirigido a quienes sufren y mucho. Reitero mis agradecimientos. Un saludo.

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