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¿Nos volveremos a ver? ¿Fue Iván Redondo el gran perjudicado de la crisis de gobierno? Una crónica del 10 de julio. 

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La despedida

El presidente del Gobierno se despidió el pasado sábado de los señalados para abandonar el Ejecutivo con palabras de agradecimiento y reconocimiento de su labor. Escueto, simple y razonable. No escapó a ningún periodista ni medio de comunicación congregado, a los que nuevamente les dejó sin poder plantear preguntas, que ninguno de sus mensajes fue dirigido a quien hasta ahora había sido su compañero de fatigas y fiel consejero (tan fiel que caería por él por un barranco si fuera preciso). El elefante en la habitación aquella mañana era Iván Redondo; ¿qué le había llevado a Pedro Sánchez a renunciar a tal preciado asesor?, ¿por qué había decidido prescindir de sus servicios?, ¿había sido de mutuo acuerdo, era una renuncia voluntaria, un despido, un empujón a ese barranco al que se refería el propio Redondo?

De eso nada dijo, mucho se rumorea y poco se sabe. No obstante, como podría esperarse de un personaje como Redondo, dado a la sorpresa y espectacularidad, no se ha marchado haciendo mutis por el foro, sino que ha dejado una enigmática nota al que hasta ahora ha sido su asesorado. Digno de una serie de Netflix:

A VECES EN POLÍTICA, EN LA EMPRESA COMO EN LA VIDA, ADEMÁS DE SABER GANAR, SABER PERDER, HAY QUE HACER ALGO MUCHO MÁS IMPORTANTE: SABER PARAR. MUCHAS GRACIAS POR TODO. HA SIDO UN HONOR. NOS VOLVEREMOS A VER.

Un sábado de julio cualquiera

El anuncio de la crisis de gobierno saltó a primera hora de la mañana del sábado 10 de julio sin que nadie lo esperara. El día anterior Alberto Garzón había salido en televisión con un mensaje del todo inoportuno sobre el consumo de carne, inadecuado no por falta de evidencias (sobre lo que podría discutirse), sino por anunciarlo a destiempo y sin avisar, lo que no gustó al sector agroalimentario como tampoco al presidente y al resto de ministros. Aún continuaba Twitter y las tertulias ardiendo con fotografías de festines en los que no faltaba la ternera y el lechón, cuando los titulares sobre una profunda remodelación del Ejecutivo comenzaron a aflorar. 

Era de sobra conocido que el Consejo de Ministros iba a ser modificado en breves, quizá a finales de este mes o a la vuelta de vacaciones, cada cual hacía sus apuestas, ahora bien, desde luego, nadie lo esperaba un sábado de principios de julio. De hecho, muchos periodistas, no sin razón, tildaron de una jugarreta tener que dejar a la familia para salir corriendo a la caza de la noticia en plena ola de calor. Si bien sus reclamos están del todo justificados, todo sea por la causa. 

Aún andamos faltos de información precisa sobre lo ocurrido, aunque poco a poco van saliendo noticias y crónicas en las que se mezclan datos, hechos, con un pulido pastiche de ficción e irrealidad. Ciertamente, los teléfonos de los implicados en la remodelación ardieron la mañana del sábado, pues el presidente apuró hasta el último momento para hacerlo público. Ninguno sabía nada del asunto y a muchos la noticia les sorprendió fuera de Madrid, haciendo deporte o con la familia. Al parecer, Sánchez hubiera querido citarlos en la Moncloa para darles la buena nueva (o mala, según el caso) personalmente, pero no siempre es posible combinar la celeridad, la discreción y las buenas formas. Además, la Cadena SER, que debía lanzar la exclusiva, se adelantó a los designios del presidente que hubo de recurrir al teléfono para no perder el ritmo de la noticia. 

Si volvemos a nuestro protagonista, Iván Redondo, se especula con que éste había amagado varias veces en el pasado con abandonar el gabinete dado el giro izquierdista que estaba protagonizando su asesorado. La primera de ellas habría sido con la incorporación de Unidas Podemos al Gobierno, la segunda con los tejemanejes con los nacionalistas catalanes. También se dice que Sánchez le ofreció la cartera de algún ministerio en varias ocasiones y que Redondo la rechazó. La información basada en fuentes que “dicen que dicen”, por muy bien informadas que estén, tienen las piernas muy cortas y, aunque nada de lo aquí expuesto resulta descabellado, todo son suposiciones verosímiles.

Sea como fuere, pese a lo que los opinadores aducen sobre la salida de Redondo de la Moncloa, no creo en modo alguno que esta sea una derrota o que, como apuntan algunos columnistas, el Quijote haya dejado a Sancho en la estacada (con todos mis respetos al gran hidalgo). En mi opinión, la victoria de Redondo es más que estrepitosa. En el PSOE se alegran de su partida, pero yo sólo veo el rastro que su paso por la política ha dejado y éste es indeleble. Creo que, como buen consejero político (spin doctor para los modernos), ha dejado a su asesorado una tekné, una manera de hacer política. A raíz de las elecciones madrileñas, Redondo confesaba abiertamente el secreto por todos conocido: “son las emociones, estúpidos”. Y, efectivamente, lo son. No podemos engañarnos, las contiendas electorales, que ya no se limitan al tiempo de campaña, son un cálculo meticuloso de mensajes, marcos y contextos. Juegan a filtrar noticias, a marcar la agenda y a adornar una amalgama de discursos que van directos al corazón de los electores. 

Sobre esto, Redondo ha sabido manejarse muy bien. No es el gurú que muchos encumbran, eso está claro, pero ha sido habilidoso y trabajador en tiempos de incertidumbre con un candidato que tenía mucho que aprender. Con todo, en mi opinión, la cuestión no estriba en si se cuenta con una técnica o no, sino hacia dónde se orienta dicha pericia y eso es cosa de Pedro Sánchez (diría del PSOE, pero, hoy por hoy, PSOE y Sánchez son sinónimos). Movilizar al electorado para mantenerse en el poder tiene su miga, no lo dudo, pero el poder no se acumula, se ejerce. ¿Hacia dónde lo ejerce nuestro presidente?, ¿cuál es su proyecto? ¿La España 2050 donde se explicita que ha de reducirse el consumo de carne? No puede ser, él mismo ha afirmado que un chuletón a buen punto es imbatible. ¿Una firmeza ante los nacionalistas que lo lleve a tipificar de ilegal los referéndums ilegales como anunció en campaña? No parece que vaya a ser el caso, estamos a meses de volver a escuchar lo de “nación de naciones”. ¿Una mayor preocupación por la clase trabajadora? Todo apunta a que no caben en la agenda ecológica de la Moncloa. De todos modos, no hay por qué preocuparse, llegarán los Fondos de la Unión Europea y aquí el Gobierno habrá de mover ficha.

Los renglones torcidos de Dios

Termino esta pequeña crónica con una breve reflexión sobre el “final” de Iván Redondo. Desde luego, se ha ido en buen momento, si bien el Gobierno estaba empezando a hacer aguas, podrá seguir presentándose como el artífice de la hazaña que logró llevar a Sánchez a la Moncloa y atornillarlo en el poder. Su futuro estará bien provisto en la empresa privada, ya sea en España o al otro lado del charco, pues EE. UU. siempre fue un gran referente para este prosaico asesor, o quizá prefiera buscar cobijo en algún ente relacionado con el dinero que llegará de Bruselas. 

En cualquier caso, creo que no podría entenderse la política de los últimos años sin la intervención de Redondo y, por lo que pudimos ver el sábado, Sánchez ha parecido ser un alumno aventajado y creo que ha tomado buena nota de sus enseñanzas, al fin y al cabo, retrasó su comparecencia para hacer aparición en los telediarios del mediodía y anunciar a bombo y platillo “el Gobierno de la recuperación”. Con respecto al mensaje de despedida de Redondo, hay quien vio en él egolatría por escribir en mayúsculas o la frialdad ante un misterioso “nos volveremos a ver”, yo me quedé perpleja ante un detalle: la escritura torcida. Y me acordé de aquel aforismo: «Dios escribe derecho con renglones torcidos». Por el bien de todos, espero que así sea. 

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