Vuelo Estados Unidos-París 00:12, 11 de septiembre de 2011.

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[1] Le debo mis últimas palabras al diario antes de dar por muerto este recorrido por otro mundo. Entre temblores y motores contaré lo que se siente en la cima del mundo, cuando bajo tus pies se despliega la isla de Manhattan. Cuando puedes ver más allá de los ríos que lo delimitan todo, cuando las lucecillas de edificios ahora son estrellas lejanas y hermosas, cuando los taxis te llevan a la punta de rascacielos sin fin. 

He estado en lo más alto de mi ciudad sintiéndola como mía y la verdad es que allá arriba realmente lo era. Cada vez tengo menos dudas. 

Adoro los taxistas de Nueva York una vez más, adoro que hagan cierta la frase de Woody Allen cuando describe a los neoyorquinos: “Hombres que están de vuelta de todo”. Y es cierto, realmente lo es. Echaré de menos muchas cosas, entre ellas las conversaciones curiosas con personajes curiosos que conducen o viajan. “En Perú (Nazca) el aeropuerto es más grande que las esperanzas del pueblo”. He visto una de las cosas por las que merece la pena vivir: las manzanas y peras de Cézanne. Una razón más que anotar en mi lista. Es tan curioso el MoMA que me hubiera gustado esconderme en un cuadro horas y horas sin que nadie pudiera atraparme. Yo al otro lado del marco. Entiendo poco de arte, pero me ha gustado plagarme de sus aromas contemplando cuadros en blanco (“La voz” –Newman) y esculturas incomprensibles. 

Las cosas poco a poco van saliendo, pero a veces lo olvido por completo. Sé qué fecha es hoy, ojalá no lo supiera, ojalá no estuviera escribiendo esto en un avión. Siempre que pienso en el 11-S no soy capaz de describir lo que siento exactamente, realmente me he perdido en números y sumas, he olvidado las sillas vacías del Bryan Park. ¡Es tan curioso cómo es de delgada la línea que separa la vida de la muerte! Pero supongo que esas son las reglas del juego: hoy vives, mañana tal vez no. Es como vivir con la espada de Damocles sobre tu cabeza amenazando una vana existencia de facturas amontonadas y preocupaciones sin resolver. 

Se repiten las imágenes de terror en el rostro de personas corrientes que corren para no llegar tarde al trabajo. Todo el pueblo se une con la caída de las guardianas de la Manzana, de una ingenua Manzana que ha aprendido. “Quizá no seamos héroes pero aún seguimos vivos”, somos sombras escandalizadas bajo la sombra de las Torres que ahora estamos sepultadas bajo tierra esperando a que alguien arriesgue su vida por nosotros. Supongo que el problema sigue siendo sembrar amor y todo lo demás son complejos y engaños avivados por el miedo y el poder. 2753

Reservo mis últimas fuerzas para despedirme de mi querida Manhattan que yace viva en mi mente. Paseo, cruzo y no miro. Ríos de personas, taxis y comida para llevar. Y, aunque sólo sea un agudo hasta luego que no se volverá a repetir, no puedo dejar de entristecerme al pensar cuánto tiempo puede quedar para bailar un baile descontrolado al son de una música perdida en los clubs de jazz donde el saxofonista nunca deja de tocar con melancolía. Espero a las 12:00h de la noche esperando un carruaje que me transporte. ¡Todo era tan bello bajo los rascacielos! 

Escucho a Silvio y me entristezco de volar y aceptar sin condiciones. Todo está previsto y odio esperar. No sé qué es lo que más me ha gustado, quizá los amasijos de hierro que suben con cristal y ascensores, o las casas de ladrillo donde viviré con escaleras y vidas maravillosas donde todo es posible. Me encanta New York por sus historias subterráneas de días perdidos y noches sin luna. Ciudad de humo y respiraderos. Cenizas y alcohol. “¡Maldita ciudad, no es tu mejor momento y aún estás hermosa!”. Quizá eres más bella ahora que te alejas como algo inalcanzable, yo que sé. 

Te vistes de luto sin saber que todos lloramos tus lágrimas de ataques sorpresa y despedidas precipitadas. Espero que cuando vuelva seas (por lo menos) la mitad de lo que eres ahora, espero que sigas tan melancólica, tan sola, con secretos que ocultar, escondiendo pecados inconcebibles y borrachos. Decadente ciudad: eres mía. “Creía en la palabra, la tinta y la soledad” aunque ahora no sea cierto. Ya queda poco, siento miedo de cerrar el diario. Tengo que dejar de alargar palabras y poner fin a lo inevitable. Todo llega. 

“PERO SIEMPRE… PERO SIEMPRE VOLVÍA AL CAPÍTULO PRIMERO: CAPÍTULO PRIMERO: YO ADORO NUEVA YORK”.


[1] La casualidad más infausta hizo que cogiese este vuelo hace diez años, precisamente se cumplía una década desde los atentados del 11 de septiembre. Yo volvía de un viaje familiar que me había permitido vivir durante ocho largos días el impostor sueño americano. No tendría que haber cogido ese vuelo, de hecho, fueron circunstancias meteorológicas las que hicieron que finalmente un 11 de septiembre me viese en la tesitura de sobrevolar Manhattan. Hoy me separan diez años de aquel vuelo y veinte desde que las Torres dejaron de alumbrar la ciudad que nunca duerme. Y cuán cierto es eso, Manhattan no pudo volver a dormir y nosotros tampoco. 

Desde este pequeño espacio quisiera rendir un pequeño homenaje a todas las víctimas de la tragedia, sus familias y allegados, así como los implicados en las operaciones de rescate.

Pese a la tristeza y el desencanto, seguimos luchando. Muchas gracias. Sapere aude!

 

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